Humberto Martínez Morosini, la cara de la televisión, se fue a los 86 años. No lo conocía, pero conversé con él en Wantan Night. Me dejó el recuerdo de un hombre bien vivido, conversador, lúcido y divertido. No dejó de hacer bromas y contar historias. Me dijo que no entendía a esos periodistas que se sienten los protagonistas de la noticia. Me confesó que en su mejor momento quería estar en el canal lo menos posible porque tenía una vida, en su casa lo esperaban su esposa y sus hijos, y con ellos quería pasar la mayor parte del tiempo. Qué diferente a muchas historias de hoy, donde la soberbia y la desubicación terminan por asaltar al profesional, al punto de sacarlo de su centro. Me dejó claro que nunca se creyó “líder de opinión” ni un ser supremo de la sociedad por tener una cámara en frente. Con Humberto Martínez Morosini se va también una época, la de la credibilidad y la información sobria. Se fue uno de los pocos personajes verdaderamente profesionales de los medios de comunicación. Morosini podía hacer con la misma facilidad y solvencia la transmisión de la llegada del hombre a la Luna como un flash electoral o la narración de un partido de fútbol de la selección. Gracias, Morosini, por dejarnos la prueba de que alguna vez nuestra televisión fue seria.
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