22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“Si hay ‘vivos’ que se cuelan, que sean castigados, pero no detengamos la ayuda por miedo a ellos”.

Hay diversas voces que señalan la urgencia de establecer acciones y programas públicos que permitan a los damnificados sentirse seguros e ir recuperando sus medios de vida y sus actividades cotidianas. Ello mientras se logra la reconstrucción (que se está aún discutiendo, organizando y presupuestando).

El consenso es que hay que hacer algo, y hacerlo ya. Hay varias propuestas: usar los programas sociales, ampliar los existentes o crear nuevos; crear programas temporales (de transferencias, de empleo, de subsidios, etc.); hacer desde acciones focalizadas hasta sofisticadas intervenciones multisectoriales e intergubernamentales con alianzas con organizaciones de la sociedad civil. Hay que hacer lo que resulte más efectivo, pero hacerlo ahora.

También han aparecido voces que alertan sobre inescrupulosos que quieren beneficiarse de la ayuda sin necesitarla, los que quieren “ganarse alguito”. Estos siempre van a aparecer, y no podemos paralizar o limitar la ayuda a quienes realmente la necesitan por el miedo a encontrar a estos “vivos”. En toda intervención hay que incluir mecanismos para dificultarles la entrada y para castigarlos una vez identificados. Pero ante todo hay que evitar que el miedo a que aparezcan filtrados impida que se implementen las acciones necesarias. No llegar a los que sí necesitan ayuda es lo inaceptable.
El INEI ha comenzado a empadronar a los damnificados. No hay razón para no comenzar a probar formas institucionalizadas, sostenidas y predecibles de ayuda allí donde ya hay padrón de damnificados. Si hay “vivos” que se cuelan, que sean castigados, pero no detengamos la ayuda por miedo a ellos.


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