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Opinión

Colombia es habitada por 48 millones de habitantes, con un ingreso promedio anual de US$7,800. Ha logrado avances significativos en la última década. Así, el Producto Bruto Interno (PBI) por habitante, medido bajo paridad de poder de compra, pasó de representar el 16% del de Estados Unidos en el 2003 al 20% en el 2013.

En este periodo, el crecimiento económico del país ha estado sustentado en el desarrollo de las actividades extractivas, las que avanzaron a tasas anuales de 6%, y en el aumento de las exportaciones de materias primas, las que pasaron del 29% al 60% del total.

El entorno internacional contribuyó al mayor flujo de ingresos a Colombia y, con ello, a la reducción de la pobreza extrema, que, medida en términos de ingreso, se contrajo a 9.1%. Pese a lo anterior, las reducciones en la desigualdad han sido más modestas que en las tasas de pobreza. En el 2013, el 10% más rico de la población concentraba cerca del 42% de los ingresos totales, mientras que el 40% más pobre solo accedía al 10% de este total.

Colombia es la cuarta mayor economía de América Latina y hoy presenta un déficit fiscal del 2.8%, un déficit de cuenta corriente de 3.4% y una deuda pública que asciende a más del 30% del PBI. Asimismo, enfrenta cuellos de botella de carácter estructural. En el último reporte sobre competitividad del 2013, Colombia se ubica en la posición 108, de 144 países, en el Índice de Calidad de Infraestructura. Y en las pruebas PISA 2012, que miden las competencias matemáticas y lectoras de los niños, se ubicó en el puesto 62 de 65 países.

Por otro lado, cabe mencionar que Colombia es el único país de la región con un conflicto armado interno, que le exige 6.5% del PBI en el presupuesto militar.

Así, el Fondo Monetario Internacional ha proyectado un crecimiento del PBI para el 2015 de solo 3.8%, en parte producto de un bajo precio del petróleo, hoy uno de sus principales productos exportables y fuente de críticos ingresos fiscales.

Sin duda, lograr un verdadero cese del fuego con las guerrillas, como el que sigue con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), le permitiría un mejor uso de los recursos que destina ahora a la defensa interna, pero también hace falta un elaborado plan de mediano plazo que posibilite la integración de los ex combatientes a empleos adecuados, que contribuyan a la movilidad social de las siguientes generaciones.


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