The Economist calificó al presidente Humala como “el político sin convicción en Perú”. El tránsito del socialismo del siglo XXI que él propugnaba en 2006 hacia políticas más sensatas respondió a su pragmatismo y al temor a no destruir lo avanzado en estas dos décadas. Hizo bien en mantener las políticas macroeconómicas ortodoxas y aplicar políticas redistributivas, mayores impuestos a la minería e implementación de programas sociales en el Midis. Sin embargo, la convicción para promover la inversión privada, el principal motor de crecimiento de la economía, no fue la misma. Pareciera que nunca abandonó su desconfianza hacia el sector privado y la transmitió a buena parte de su equipo ministerial, que se ha mostrado indolente ante las crecientes dificultades para hacer negocios en el país. El pobre desempeño de la economía en estos meses es consecuencia de ello.
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