Recientemente, el congresista Héctor Becerril mostró una captura de pantalla en la que, además de verse un tuit suyo, se podían apreciar las últimas fotos almacenadas en la galería de su celular. En tres de esas fotos se podía apreciar a una joven echada en una cama, aparentemente dormida, de la que, por el ángulo de la toma, se podían ver sus partes íntimas al estar sin ropa interior.
Ello, más allá de sacar a relucir algunas costumbres del mencionado congresista, provocó una ola de burlas en redes sociales en las que cientos de internautas pedían que les “pasen el pack”; es decir, que ellos también querían ver las fotos de esa anónima mujer. En ese afán de ser el más graciosito, muy pocos se detienen a pensar que esa mujer puede no haber consentido que esa foto sea tomada, que podría ser menor de edad y que podría estar en contra de que sus partes íntimas se intercambien como figurita de álbum. Lamentablemente, no es el único caso en que la joda es más importante que la intimidad y dignidad de una mujer.
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