22.NOV Viernes, 2024
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Columna Fátima Toche

“Maldita ideología de género”. “Ahora también quieren homosexualizar el agua”. “En estas tonterías gastan plata habiendo cosas más importantes”. “Malditas feminazis nos quieren imponer su agenda”. Esos fueron algunos de los encantadores comentarios dejados en un post en Facebook en el cual la Autoridad Nacional del Agua del Perú (ANA) anunciaba el curso virtual y gratuito “Enfoque de género en la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos”. Así de atrevida y tóxica es la ignorancia y la facilidad que da la inmediatez de las redes sociales para escribir sin reflexionar o investigar.

En reciente entrevista, la flamante ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables señaló: “Yo no tengo un sesgo feminista, en verdad, creo que el machismo tampoco es bueno, yo siempre me he ido por la igualdad de oportunidades”. Y ante el comentario del entrevistador en el sentido de que una dosis de feminismo no le caería mal a este país, ella respondió: “¿Más?”. Resulta preocupante que la titular de la cartera, que debe velar por mejorar la precariedad en la cual las mujeres nos encontramos por la escalada de la violencia machista, crea que el feminismo es lo opuesto al machismo y que no lo necesitamos.

En el marco de la mesa de trabajo sobre acoso en plataformas digitales convocada por el congresista Alberto de Belaunde, colectivos feministas les hicimos llegar a funcionarias de la Dirección General de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Minjus, algunas denuncias que se hicieron públicas, a través de la plataforma Ni Una Menos, sobre actos de acoso por parte de taxistas afiliados a aplicaciones móviles de intermediación para el servicio de taxi, quienes al contar con, al menos, el número de celular de sus pasajeros, envían mensajes texto de contenido sexual u ofensivo luego de culminado el servicio.

Recientemente, el congresista Héctor Becerril mostró una captura de pantalla en la que, además de verse un tuit suyo, se podían apreciar las últimas fotos almacenadas en la galería de su celular. En tres de esas fotos se podía apreciar a una joven echada en una cama, aparentemente dormida, de la que, por el ángulo de la toma, se podían ver sus partes íntimas al estar sin ropa interior.

A raíz de la reciente polémica por una nota de este diario en la que se resaltaba el hecho de que Marina Mora saliera a la calle sin maquillaje, me permito poner a consideración un mecanismo para evaluar cuándo un punto de vista o aproximación noticiosa puede ser machista.

Mientras más poder y fama ostente el agresor de una mujer, más inalcanzable su posibilidad de conseguir justicia. Desde Donald Trump, pasando por O. J. Simpson, hasta Bill Cosby, el ser un hombre de éxito parece cubrir con un velo de inocencia a estos personajes, a tal punto que tanto la opinión pública como los operadores judiciales pueden cegarse ante la evidencia o partir satanizando a la víctima. Es decir, se presume el arribismo u oportunismo de la víctima y se le somete al escrutinio público más severo, para encontrar contradicciones, inconsistencias o cualquier cosa que sirva para culparla a ella de ponerse en riesgo.

“Sujeto ebrio golpeó y quemó a su pareja embarazada porque no le calentó la comida”, “Hombre le lanzó ladrillo a su pareja por servirle comida con mucho ají”, “Agredió a su pareja con una lampa por demorar en servirle la comida”, son lamentables titulares con los que nos encontramos todos los días, en un país donde se produce un feminicidio al día. Y ¿cuál es el puntal que gatilla estas agresiones?, pues estereotipos de género.

Nuestro Congreso muy pocas veces nos da buenas noticias. La semana pasada ocurrió. Fue aprobado el proyecto de ley que tenía como propósito impedir que personas condenadas por delitos de violencia sexual gocen de beneficios penitenciarios. Aunque no lo crean, hasta hace pocos días, esos seres miserables gozaban de las prerrogativas que otorga nuestra ley penal y que solo se encontraban vetados para delitos vinculados a crimen organizado.

La semana pasada se hicieron públicos los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2016 del INEI, entre los cuales resaltó que el 68% de las mujeres encuestadas señaló haber sido agredida por su pareja. Un dato así de alarmante y nefasto debería conseguir que todos cerremos filas y unamos esfuerzos para abordar el problema de la violencia contra la mujer. Sin embargo, la reacción que se observó en redes sociales –mayoritariamente de hombres– fue, al puro estilo de Agustín Laje, relativizar las cifras y negar que las mujeres como colectivo somos afectadas por la violencia de género.

En un acto vil y canalla perpetrado principalmente por el fujimorismo, el día jueves el Congreso aprobó la eliminación del enfoque de Derechos Humanos, género e interculturalidad en la Ley de Organización y Funciones del Ministerio del Interior. Ello quiere decir que en el diseño de políticas públicas y ejecución de acciones de protección derechos de dicho sector, no se incluirá el enfoque que considera la situación especial de vulnerabilidad de las mujeres, la comunidad LGTBI y los pueblos indígenas.

En una anterior columna que trataba sobre la violencia de género a la que las mujeres nos vemos expuestas en medios digitales, propuse la creación de una mesa de trabajo multisectorial para abordar dicha problemática. Mi propuesta fue acogida por el congresista Alberto de Belaunde, quien se comprometió inmediatamente con la causa y se encargó de convocar a los sectores que participarían en el encuentro.

Ser madre es un regalo, una bendición, un hito fundamental en la vida de una mujer cuando deriva de una decisión personal. No cuando es una imposición sociocultural, un accidente o, en el más dramático de los casos, fruto de una violación.

El fujimorismo con sus aliados en empresas conservadoras, Apra y APP, concretaron en el pleno del Congreso la infame eliminación de la orientación sexual e identidad de género en el DL 1323 como forma de discriminación sancionada penalmente y como agravante cuando son el móvil en la comisión de delitos. No solo se niegan a reconocerle derechos legítimos a la comunidad LGTBI, como el matrimonio igualitario, sino que ahora les quitan derechos ya ganados. No son ningún privilegio, sino una previsión legal para sancionar actos que atentan contra la dignidad, integridad física y derecho a la vida de estas personas.

Disculpen por lo explícito del título, pero ese el nombre de la página en Facebook que se puso al descubierto esta semana, la cual promueve la cultura de la violación, justificando y normalizando agresiones sexuales a mujeres, además de mostrar fotos de presuntas menores de edad en situaciones íntimas. Es así que insté a mis contactos a denunciar masivamente esa cloaca, colgando además capturas de pantalla de algunas de sus miserias. Ello ocasionó que los “valientes” administradores de la página instaran a sus seguidores a denunciar mi perfil personal en esa red social, adjuntando el link para que accedan a él. A eso nos exponemos quienes alzamos la voz contra este tipo de actividades en el mundo digital que promueven la violencia de género.

La librería Crisol organizó tres paneles de discusión por el Día del Libro. ¡Qué maravilla! ¡Justo el tipo de eventos culturales que tanto necesitamos y solicitábamos! Sin embargo, algo curioso se hizo notar. De los 10 participantes solo había una mujer, la cual ocupada un puesto en el panel Literatura y Obsesiones. Resaltó la mesa “La literatura y su contexto actual”, en la cual solo participarían cinco hombre, algunos de ellos ni literatos ni críticos literarios, haciendo decenas de escritoras peruanas entre noveles y experimentadas. Eso no es poco común. Las mujeres nos vemos sistemáticamente invisibilizadas de espacios públicos de debate relevantes, o se nos requiere demostrar credenciales académicas y/o laborales del más alto nivel para ser consideradas —estándar que no siempre se le exige a los hombres—.

Quién la manda a ir a chupar sola, pues. Ella solita se lo buscó. Seguro es pepera. Seguro lo estuvo calentando cuando bailaban. La larga de lista de comentarios machistas –cada uno más nauseabundo que el anterior– que acompañan al video de la violación a una mujer inconsciente en la discoteca Fuego no hace más que confirmar que los violadores nunca actúan solos: están respaldados por una sociedad que acepta y normaliza la violencia contra la mujer.

En nuestra sociedad, la discriminación y la violencia se aplican sobre los individuos de maneras más o menos profundas dependiendo de las características biológicas y/o sociales que acumula cada uno.

No dejo de sorprenderme cada vez que leo en redes sociales a buenos hombres quejándose indignados de que su arrebato de “caballerosidad”, plasmado en ceder su asiento en algún vehículo de transporte público, fue rechazado por alguna mala y malagradecida mujer, seguramente influenciada por el nefasto feminismo o la maldita ideología de género. Ello buscando la solidaridad de sus congéneres y una palmada en la espalda por su gentil iniciativa.

No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti es una máxima de la ética que se rompe siempre que se filtra una foto íntima de alguna figura más o menos pública. En ese momento, dicho personaje pareciera perder su calidad de ser humano y, para medios de comunicación e internautas, pasa a ser un objeto que hay que compartir y viralizar en nombre del morbo.

Tragedias como las que estamos viviendo en el país pueden sacar de nosotros, como ciudadanos, lo mejor o lo peor. Depende de nosotros de qué lado de la historia queremos estar.

Es lamentable evidencia cómo, de manera cada vez más recurrente, ciudadanos de a pie e incluso líderes de opinión se amparan en la libertad de expresión para justificar expresiones cargadas de odio, prejuicios y discriminación. Lamento informarles que ese derecho no es irrestricto; ni siquiera el de la vida lo es, tiene límites. Nuestra Constitución es clara en señalar que la libertad de expresión se ejerce bajo las responsabilidades de ley, es decir, que hay consecuencias ante discursos, afirmaciones o arrebatos públicos a través de los cuales se viole alguna norma o se incite a terceros a cometer delitos o actos antisociales.

El actor Casey Affleck se llevó la semana pasada el Oscar a Mejor Actor en la 89 ceremonia de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.

Hace un par de días se puso al descubierto la existencia de un grupo de Facebook llamado “Datazo Varón”. En dicho grupo exclusivo para hombres, se identificaron publicaciones en las que se habrían organizado eventos destinados al placer masculino en los cuales se convocaría a “anfitrionas cerveceras no mayores de 23 años, del Sur chico… con carrera trunca preferiblemente en comunicaciones, publicidad o diseño, así no tienen problema de no regresar a su casa el domingo”, aludiendo asquerosamente a la vulnerabilidad de chicas con estas características. Asimismo, se anima a los asistentes diciendo “Lobazos, para los que la quieren más fácil imposible, harta caperuza inconsciente lista pa’ meterla en un saco y llevársela sin preguntar”, insinuando una probable violación sexual.

Luego del “tetazo” en Argentina, volvió al debate la pertinencia de la participación de hombres en iniciativas organizadas por y para mujeres. En esto probablemente influyó que los medios de comunicación encargaran la cobertura de la manifestación a reporteros hombres que en muchos casos carecen de la sensibilidad necesaria ante una problemática que no los afecta directamente.

En nuestro país, día tras día se acosa y violenta sexualmente especialmente a mujeres y niños. Ante el probado fracaso de nuestro sistema judicial y legal para proteger de manera efectiva a las víctimas –el más reciente e indignante caso es el del Sodalicio–, lo que los afectados han empezado a hacer es volver públicos los casos en redes sociales. Lo lamentable es evidenciar que ante cada denuncia pública, por preciso que sea el testimonio, siempre aparece un considerable número de personas prestas a atacar a la presunta víctima con argumentos tales como “no es para tanto”, “eres una exagerada”, “no tienes pruebas suficientes”, “hay que resguardar la identidad de las personas”, o “debiste [inserte aquí cualquier acción que cree el comentarista que hubiera solucionado el problema]”. Nadie pide que se vulnere el derecho de defensa sino que se escuche, con respeto y empatía, lo que tienen que decir las potenciales víctimas y se trate de apoyarlas en la búsqueda de justicia y de un país con menos violencia.

La playa argentina de Necochea fue hace poco escenario de un inusual despliegue policial. 20 policías llegaron a bordo de seis patrullas para ¿intervenir a un peligroso delincuente armado? No. Para cubrir seis tetas.

Hace unos días, luego de una dura batalla contra el cáncer, murió la modelo, actriz y cantante española Bimba Bosé. Su fascinante belleza andrógina cautivó pasarelas y portadas de revista en todo Europa.

Cada vez que se difunde, con el propósito de visibilizar el problema de la violencia de género, la noticia de un feminicidio o tentativa de feminicidio que insinúa como causa del mismo el que la víctima no le haya lavado, cocinado o planchado la ropa a su pareja, como por arte de magia aparecen individuos que enarbolan el discurso de “no todos los hombres”.

En un flyer entregado por promotores de la farsa que promueve el odio y la desinformación, llamada “Con mis hijos no te metas”, se lee la pregunta “¿Es normal que tu niño juegue con muñecas y tu niña con carritos?”. Pues sí. Los juguetes influyen en la formación de los niños y niñas, especialmente en la construcción de conceptos, aptitudes, expectativas y socialización.

El Decreto Legislativo 1323, expedido por el Poder Ejecutivo al amparo de las facultades delegadas, marca un hito en la lucha por el reconocimiento y protección de derechos de la comunidad LGTBI al hacer explícita la prohibición de cometer actos de discriminación por orientación sexual o identidad de género y penalizándolos con pena privativa de la libertad no menor de dos ni mayor de tres años. Adicionalmente, se considerará agravante de la sanción penal si un delito es ejecutado bajo el móvil de intolerancia o discriminación por los mencionados aspectos.

Si bien la interpelación al ministro de Educación se sustentaba en irregularidades en la compra de computadoras, la demora en la construcción de obras de los Juegos Panamericanos 2019 y pagos por consultorías, observamos con espanto que la bancada de Fuerza Popular ha incorporado en el texto de la moción de censura otros temas que revelan sus subalternos intereses.

Muy convenientemente antes de la interpelación del ministro Saavedra, un grupo de personas, usando el hashtag #nosemetanconmishijos, inició una campaña de desinformación respecto al Currículo Nacional de Educación Básica 2016. De un lado, congresistas como Julio Rosas y Marco Miyashiro señalaban que dicha currícula era “pro gay” y que incorporaba el, inexistente por cierto, concepto de “ideología de género”; y de otro, reparto de volantes en los que se alude a determinismos biológicos y negación de expresiones de la sexualidad.

Abogada

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La conductora de televisión Janet Barboza subió a la red social Instagram una fotografía en ropa deportiva y sin nada de maquillaje. Ese hecho trivial se volvió noticia dados los comentarios recibidos por Barboza: “Qué fea eres sin los kilos de maquillaje, no deberías tomarte esas fotos”, “noooooo… malo, se te ve fatal”, “qué te pasó, y tantos tratamientos que te haces, te ves fatal sin maquillaje”, “qué fea… todo lo que hace el maquillaje”. Es casi un acto de coraje y valentía que una mujer, más aun si pasa los 40 años, publique una fotografía suya con la cara lavada. Pareciera que existe una ley divina o humana que nos impone la obligación de andar maquilladas desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Las sociedades machistas demandan mujeres estéticamente perfectas, o al menos lo más cercano al ideal tradicional de belleza que el dinero pueda pagar. Caso contrario, ofendemos a la gente con nuestra naturalidad, estafamos a anónimos jueces de concurso de belleza.

El video de un joven parado en la Estación Angamos del Metro de Lima con un oso de peluche gigantesco y un ramo de rosas, presumiblemente esperando a su novia (que nunca llegó) para darle ese espontáneo “detalle”, se viralizó. Dicha impronta romántica hubiera quedado en una simple anécdota si no fuera por cómo nuestra sociedad machista percibió esa situación.

El viernes se celebró el 75 aniversario de la creación de la Mujer Maravilla, superheroína de DC Comics, y uno de sus personajes más queridos. La princesa guerrera amazona se abrió paso desde la década de los 40 en un universo superheroico gobernado por personajes masculinos, llegando a ser miembro fundador de la Liga de la Justicia.

“Después se preguntan por qué una los descuartiza”. “Perro”. “Puto”. “Yo que la novia cachuda lo meto a un prostíbulo”. La avalancha de comentarios en redes sociales contra #LordCoralino, el joven mexicano de 20 años que fue captado besándose con una mujer distinta a su novia en su despedida de soltero, ha sido realmente brutal. La fotografía de su “pecado”, subida por sus propios amigos a la red, se viralizó inmediatamente hasta convertirse en tendencia en Facebook y Twitter, dio el salto a los medios tradicionales, quienes se regodearon con la noticia, y provocó la cancelación de su boda.

Hace unos días, el escritor y columnista Gustavo Faverón fue objeto de acusaciones de acoso a través de redes sociales. Si bien muchas personas condenaron el hecho, los allegados al escritor se esmeraron en buscar argumentos para defenderlo. Uno de ellos fue que el acoso debió ser denunciado legalmente y no hecho público. Ante eso cabe preguntarnos si la ley protege a las víctimas de acoso por medios digitales (redes sociales, correo electrónico, foros, chats, etc.).

Abogada

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Uno de los pilares fundamentales en los que se cimienta el machismo y, por ende, la violencia de género son los estereotipos sobre los roles de género, es decir, ideas predeterminadas, prejuicios o generalizaciones sobre cómo son o deben ser un hombre y una mujer, sus virtudes y defectos. Estos estereotipos se transmiten en casa, en la socialización con pares y muy fuertemente a través de los medios de comunicación, especialmente en la publicidad.

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