14.MAY Martes, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Llegó como bombero, se puso el overol para rescatar a un grupo confundido y ahora está haciendo un curso acelerado para quitarse el traje de interino y ponerse en el pecho la placa oficial de entrenador blanquiazul. La última victoria sobre Alianza Atlético, paradójicamente inmerecida, debería haber convencido a la administración de lo evidente: no vale la pena cambiar de timonel si la nave ha capeado el temporal y ya vislumbra la costa. Menos aún si el improvisado comandante ha ganado cuatro partidos seguidos, entre ellos clásicos a la ‘U’ y Cristal, y ha puesto al equipo en la punta del Apertura.

Gustavo Roverano es un tipo sencillo que no se enreda en el discurso ni en los planteos. Hace lo que pide la jugada. Como cuando era arquero. Por eso no demoró mucho en darle galones a Carlos Preciado, un colombiano alegre que solo necesitaba confianza para salir del corsé que Guillermo Sanguinetti montó a su alrededor. Aunque compatriota del ‘Topo’, Roverano es uno de los nuestros así tome mate mañana, tarde y noche. Conoce al revés y al derecho las virtudes y los vicios del jugador peruano y sabe que, en el terreno futbolístico, no hay que dejarse arrastrar por la rigidez de las ideas. Cuando asumió el cargo con derrota ante Sport Loreto, Mauro Guevgoezián cayó lesionado y Alianza perdió a su fetiche del esfuerzo y el cabezazo. Un problema más para un equipo lastrado por las suspensiones de varios titulares. Alianza necesitaba fútbol y casi no tenía jugadores. Tampoco el pelotazo al grandote como último recurso. Roverano no hizo nada revolucionario, solo apeló al sentido común, que es una forma a menudo esquiva de la inteligencia.

Preciado encontró su sitio y, con ello, la complicidad que su fútbol reclamaba. Metros más atrás, Willyan Mimbela relanzó su juego con golazos y una personalidad que nunca antes había podido mostrar. ¿Cuánto tuvo que ver Roverano en esto? Imposible saberlo con exactitud. Lo cierto es que el todavía interino tuvo que echar mano de lo que había y todos le respondieron en la cancha, como si hubiesen estado esperando una voz distinta, una tesitura más cercana, un idioma común, menos distante al del anterior DT. ‘Pirru’, como le dicen en su país, ha rescatado a un plantel que tenía todo para irse en picada. Ese es un mérito singular que no se le suele reconocer a los principiantes.

Tal vez por eso, la dirigencia prefiere esperar y no darle muchas alas. Tarde o temprano, los resultados juzgarán a Roverano. Por ahora, solo le alcanzan para ser uno de los aspirantes.

@franciscocairog


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