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Opinión

Al llegar a Malasia, lo primero que impresiona es la modernidad de sus construcciones y lo extendido del uso del inglés. Ahí se encuentran las Torres Gemelas Petronas –en las que funciona la empresa estatal del mismo nombre–, que ocupan la posición número 9 entre las más altas del mundo.

Hoy es considerado un país de ingresos medios altos, con un PBI per cápita de US$24 mil anuales. Es la tercera economía con el mejor ingreso de la región del este asiático. En el 2014, según las estadísticas oficiales, ocupó el sexto puesto en competitividad de la región asiática y la posición 20 a nivel global.

La principal actividad en Malasia es la industria energética, que representa el 20% del total de ingresos. En el 2010, se dio un conjunto de incentivos fiscales para promover la inversión en exploración y explotación de petróleo y gas natural. Con los ingresos provenientes de la venta de estos recursos se inició una fuerte campaña para combatir la pobreza, incluyendo una política de subsidios y transferencias de dinero a la población.

obstante, a fines del 2014, una de las grandes preocupaciones del gobierno sigue siendo el nivel de desigualdad de ingresos, el que se mide a través del coeficiente de Gini (más cerca de 0 significa igualdad perfecta), que se ubica en 0.43, y el que se reduce a 0.41 luego de las transferencias del gobierno, pero cuya ejecución contribuye al déficit fiscal, el cual bordea el 3.5% del PBI.

Malasia ha logrado mejorar los estándares de educación y el acceso a los servicios básicos, de agua y electricidad, en buena parte de la población, con el uso de los ingresos derivados de la venta del crudo. Y, a pesar de que ha conseguido reducir la pobreza, hoy se ha puesto una meta mucho más ambiciosa. El primer ministro se ha propuesto que Malasia sea un país desarrollado para el 2020 y se coloque, al menos, una universidad entre las 50 mejores del mundo.

Pues el objetivo del gobierno es reducir la participación estatal en la economía, lo que supone la eliminación parcial de los subsidios, y el desarrollo de un sistema impositivo que mejore la recaudación. Así, el gobierno concentrará sus esfuerzos en mejorar la calidad educativa como pilar del desarrollo y promoverá el ingreso de inversiones extranjeras que dinamicen la economía en sectores alternativos, como el turismo, fabricación de productos médicos y tecnología de información.


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