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Opinión

La aparición de Ve y pon un centinela, presunta secuela de Matar a un ruiseñor (1960), la célebre novela de Harper Lee, ha suscitado un enorme revuelo. Como se recordará, la escritora estadounidense obtuvo el premio Pulitzer y Matar a un ruiseñor se convirtió en un clásico moderno, una de esas raras obras que gozan del favor de la crítica y del fervor popular. Sin embargo, sería su único libro. El éxito avasalló a Harper Lee, quien dejó de escribir y se retiró a su pueblo natal, lejos de la vida pública. Por tanto, nada hacía sospechar que, al cabo de 55 años, se arriesgara a dar a la imprenta otra novela, Ve y pon un centinela (título que recoge una frase del libro de Isaías).

En realidad, no se trata de una nueva obra, sino de la versión inicial de Matar a un ruiseñor, que fue encontrada en una caja de seguridad el año pasado. En 1957, Harper Lee había sometido el manuscrito a una editorial, donde opinaron que aún no estaba a punto. Entonces, la editora Tay Hohoff le sugirió reescribir la historia desde otra perspectiva, lo que supuso un arduo trabajo, hasta que tomó la forma que conocemos. ¿Hay muchas diferencias entre ambas versiones? Pues sí, ya que el argumento, el tono y la estructura son distintos. Ve y pon un centinela está escrita en tercera persona y refiere una visita de Scout a su padre, el abogado Atticus Finch, casi veinte años después de los acontecimientos descritos en Matar a un ruiseñor. Este enfoque carece del encanto y sutileza del relato definitivo, ambientado en la época de la Depresión, que sigue el punto de vista de Scout, a la sazón una niña, y fusiona con destreza su mirada con la de una mujer adulta que evoca su infancia.

Matar a un ruiseñor se impuso como una parábola sobre el racismo que prevalecía en Estados Unidos y una denuncia de los abusos que sufría la población negra. De ahí que Atticus Finch fuera concebido como un modelo de integridad, el hombre de bien por excelencia. Esto no ocurre en Ve y pon un centinela, donde se arroja sombras sobre un personaje al que creíamos intachable y se le endosa una visión paternalista y reaccionaria en torno al conflicto racial. No obstante, habrá que reconocer que Harper Lee recapacitó y decidió desechar esa caracterización al reescribir la novela.
La publicación de esta primera versión es un desatino y responde a intereses comerciales ajenos a su autora, quien, a sus 89 años, está casi ciega y sorda, y tiene problemas de memoria. Sin duda, lo más aconsejable hubiera sido atesorar el manuscrito en una biblioteca universitaria y ponerlo a disposición de los estudiosos del proceso creativo. Después de todo, es un borrador.


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