Son numerosas las oportunidades en las que nos hemos visto frente a deliciosos alimentos, muchos de ellos con una considerable cantidad de carbohidratos refinados y/o harinas, como los panes, galletas, tortas, dulces, helados, tostadas, diversos bocadillos. Es clásico que en algún restaurante o almuerzo familiar, el pan caliente esté presente y nuestro cerebro caiga fácilmente ante su aroma, que genera antes de tiempo una secreción de hormonas del placer que le provocan satisfacción. Sensación que dura solo escasos segundos y que inconscientemente lo llevan a comer ese pan para perpetuar el placer que el efecto de ese carbohidrato tiene en nuestro cerebro. Es increíble cómo ciertos alimentos pueden darnos placer por escasos segundos o minutos, reemplazando de esta manera la secreción natural de endorfinas y serotonina que nuestro sistema nervioso produce. ¿Qué efectos secundarios a corto y mediano plazo nos genera esto? La ansiedad natural que podemos tener después de un día largo con mucho estrés nos lleva a que busquemos placer. Es así que en la práctica puedo ver que la mayor cantidad de veces en las que se rompe la dieta es por la noche. En ese momento en que se termina el día y nos sentimos más relajados de la carga natural de quehaceres es cuando comemos este tipo de alimentos. Pero si nos alimentemos en forma equilibrada, nuestra salud tendrá menos posibilidades de sufrir enfermedades. Si por el contrario a lo largo de la vida caemos en combatir la ansiedad con este tipo de carbohidratos, lo más seguro es que el sobrepeso, incremento de grasa corporal, obesidad, diabetes y otras enfermedades nos toquen a la puerta. Estos carbohidratos son un tipo de medicina mala contra la ansiedad, que en la práctica logran reducirla, pero a costa de que en algunos meses u años desarrollemos algún problema. La alimentación consciente es genial porque nos pone alerta cuando esto sucede, recordemos estas líneas siempre entre las 8 y 10 de la noche y verán que no me equivoco.
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