22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Escribo este artículo luego de escuchar a un congresista decir que la unión civil entre personas del mismo sexo o la despenalización del aborto en caso de violación son aspiraciones minoritarias que no tienen lugar en el Perú, donde la mayoría de ciudadanos tiene una posición distinta, por lo que corresponde –según el criterio del referido legislador– respetar la voluntad de las mayorías representadas en una democracia.

Estas líneas no pretenden analizar los proyectos de ley sobre la unión civil o la despenalización del aborto en caso de violación, ni mucho menos la experiencia comparada respecto de beneficios y perjuicios de ambas figuras. El objetivo de esta reflexión es destacar algunos aspectos fundamentales del concepto de democracia que muchas personas –desafortunadamente también varios parlamentarios– conciben limitadamente como una “dictadura de mayorías” y no como un sistema que debe garantizar igualdad ante la ley, pluralismo y protección de los derechos fundamentales de grupos mayoritarios y minoritarios, abarcando a la totalidad de los ciudadanos.

Soy peruano, judío, nieto de inmigrantes y me apasionan algunos asuntos no muy populares en mi generación, como la política y la gestión pública, por lo que algo entiendo con relación a ser parte de un grupo minoritario de la sociedad.

Preguntémonos: ¿es requisito tener una discapacidad física para saber lo marginadas que se encuentran muchas personas en el Perú por no tener las aptitudes motoras de las que gozamos la mayoría? ¿Es necesario ser homosexual para exigir que no se discrimine al que no es heterosexual? A los ciudadanos que valoramos la democracia nos toca levantar la voz cuando evidenciamos que principios fundamentales, como la libertad y la igualdad ante la ley, son pasados por alto, para establecer agendas de debate público y legislación excluyente, con el “argumento” del gobierno de la mayoría.

Recordemos el poema del teólogo y pastor luterano Martin Niemöller –algunos atribuyen los versos a Bertolt Brecht–:
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar”.
Los comunistas, socialdemócratas, sindicalistas y judíos eran grupos minoritarios en la Alemania nazi. Los crímenes cometidos contra estas personas tenían el amparo de la ley, así como era legal la comercialización de esclavos en el Perú del siglo XIX o los baños diferenciados para negros y blancos en Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX.

Ahora, regresemos a los comentarios del congresista y preguntémonos si queremos vivir en un país en el que los grupos minoritarios tengan los derechos y garantías que el sistema democrático ofrece, o queremos ser parte de un Estado en el cual la dictadura de los grupos mayoritarios vulnere los derechos fundamentales de personas que, como usted o yo, cantamos con orgullo la estrofa de nuestro himno que dice: “Somos libres, seámoslo siempre…”.


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