La segunda pista del Jorge Chávez no tiene cuándo despegar. El aeropuerto recibe 17 millones de pasajeros al año cuando su capacidad es de 10 millones. El Jorge Chávez está como la extradición de Toledo: al borde del colapso.
La segunda pista del Jorge Chávez traería grandes beneficios. La inversión en la pista, estimada en US$1,200 millones, generaría empleo y dinamizaría la economía. En el muy conservador supuesto que la segunda pista permita la llegada de 2 millones más de turistas, cada año el país tendría US$2,600 millones adicionales en divisas.
La segunda pista traería nuevas inversiones pues afianzaría la ventaja geográfica natural de Lima como centro de comunicaciones aéreas. Son varias las aerolíneas que desisten de instalarse en el Perú o ampliar sus operaciones porque no hay cómo aumentar el número de vuelos. La falta de una segunda pista origina congestión: Bogotá puede operar el doble de vuelos por hora que Lima. No extraña entonces que el Jorge Chávez ya haya sido superado por los aeropuertos de Bogotá y Quito de acuerdo con el ranking de Skytrax.
Como el Estado recibe cerca de la mitad de la facturación del concesionario, la expansión del aeropuerto incrementaría los ingresos fiscales. Más aún, a diferencia de Chinchero, la segunda pista del J. Chávez no le costaría un centavo al Estado porque la inversión saldría del bolsillo del concesionario. En el colmo de la ironía, la segunda pista no se construye porque el Estado se ha demorado más de 10 años en entregarle los terrenos al concesionario.
Ampliar el J. Chávez sería mucho más efectivo que Chinchero para aumentar el turismo en el Cusco. Según N. Asheshov, la elevada altitud de Chinchero, más de 3,700 metros, hace improbable que pueda recibir los prometidos 7 millones de turistas para no hablar del aumento en los pasajes por el mayor gasto de combustible. Según M. Sifuentes, los aeropuertos con altitudes mayores a Chinchero no reciben más de 400,000 personas al año.
¿A quién le echará la culpa el gobierno de la demora en destrabar el aeropuerto? ¿Al contralor? ¿Al Congreso? ¿A Vitocho? ¿A Humala? ¿A Jorge Chávez? ¿Pedirá el gobierno que los criticones se callen la boca? ¿Por qué el gobierno hace cuestión de Estado por Chinchero, que tiene más preguntas que respuestas, en lugar de marcar un golazo con el J. Chávez? ¿Cómo así a la Interoceánica se le eximió del SNIP, pero el J. Chávez sigue trabado?
Cuando funcionarios del Estado vilipendian y califican de “burla” un informe de la Contraloría, órgano de control del Estado, algo está profundamente mal.
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