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Opinión

“Man Ray debió recurrir a la fotografía para ganarse la vida. Y, si bien sobresalió como retratista, se dedicó a explorar el arte fotográfico”.

Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y Letras
Escritor

Una reciente muestra de fotografías de Man Ray, realizada en la galería Euroidiomas, nos ha traído de regreso a un artista fundamental y a uno de los movimientos más innovadores y cruciales del siglo XX: el surrealismo. Tres años atrás, el Centro Cultural de la Universidad Católica presentó una gran exposición suya, que reunía más de 120 piezas, entre fotografías, rayografías, pinturas, grabados, dibujos, esculturas y objetos. Hoy, al volver a confrontar su trabajo, nos percatamos de que ha pasado un siglo desde que este estadounidense iconoclasta sintonizara con la revolución estética que se iniciaba en Europa. En 1913, la exhibición en Nueva York del óleo Desnudo descendiendo una escalera, de Marcel Duchamp, causó una tremenda conmoción. A partir de ese momento, la modernidad irrumpió en el arte como un caballo desbocado, y Man Ray, sin dudarlo un instante, saltó sobre su lomo.

A pesar de que ha pasado a la historia como el fotógrafo más notable del surrealismo, a Man Ray le disgustaba que lo encasillaran como un virtuoso de la cámara. Desde sus comienzos, fue un artista total, muy inquieto y arriesgado, que empleaba diversos medios y técnicas de acuerdo con sus impulsos y necesidades. Pronto abandonó el dibujo y la pintura convencionales para hacer collages, ensamblajes y experimentos con la fotografía. Su amistad con Duchamp lo llevó a formar parte de Dadá, el movimiento de vanguardia precursor del surrealismo, e incluso concibió ready-mades. En 1921 se trasladó a París, donde no tardó en incorporarse al grupo de André Breton, atraído por sus principios de libertad y su novedoso lenguaje basado en la inmersión en el mundo onírico.

En Francia, Man Ray debió recurrir a la fotografía para poder ganarse la vida. Y, si bien sobresalió como retratista (captó a una variada gama de personajes, desde bailarinas y modelos hasta aristócratas y figuras como Picasso, Dalí, Joyce, Buñuel, Hemingway y Breton), dedicó sus mayores esfuerzos a explorar las posibilidades del arte fotográfico. Expuso objetos tridimensionales sobre el papel fotosensible, sin usar una cámara, consiguiendo imágenes abstractas a las que llamaría rayografías. Asimismo, manipuló los negativos en el laboratorio para obtener efectos luminosos que denominó solarizaciones, con lo que impuso un insólito estilo visual que sería imitado por las revistas de moda.

Nacido en Filadelfia, en 1890, en un hogar de inmigrantes judíos rusos, Man Ray creció como Emmanuel Radnitzky. El antisemitismo imperante en la época obligó a su familia a adoptar el apellido Ray y él lo completó con Man, haciendo de la combinación un nombre único. En su niñez destacó por sus aptitudes de dibujante y, cuando terminó la secundaria, le ofrecieron una beca para estudiar Arquitectura. Sin embargo, al igual que se había negado a seguir el oficio paterno de sastre, decidió rechazarla. Quería ser artista.

Man Ray murió en París, en 1975. Su epitafio en el Cementerio de Montparnasse dice: “Despreocupado, pero no indiferente”.


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