Mónica Delta: El diablo en campaña

Presidente de Francia: “Algunos excesos de Donald Trump hacen que se me revuelva el estómago”; presidente de Rusia, Vladimir Putin: “Brillante, pintoresco y con mucho talento, un líder absoluto”; Bill Bratton, comisionado de la Policía de Nueva York sobre el candidato republicano: “Me aterroriza”; Barack Obama: “No es apto para servir como presidente de Estados Unidos”; hermano africano del mandatario estadounidense, Malik Obama: “Me gusta Trump, estoy desilusionado de Barack”; Ruth Bader, jueza del tribunal supremo de EE.UU.: “Es un farsante, con mucho ego”.

¿Es realista pensar que el excéntrico magnate de bienes raíces americano se convierta en el presidente número 45 de la nación más poderosa del mundo? ¿Es ese mismo candidato, que descalifica a los mexicanos como violadores, el que quiere levantar un muro enorme en la frontera, el que promete prohibir la entrada de musulmanes a ese país, el que puede ganar las elecciones de noviembre?

Trump es visto como una alternativa apocalíptica no solo por demócratas, sino por vastos sectores del propio Partido Republicano. Trump explota las inseguridades raciales y económicas de la clase trabajadora blanca. Los asusta, por un lado, y los ilusiona, por otro, con devolverle a ese país una realidad nórdica, sin terrorismo y exitoso.

Podría ser una especie de Isaac Humala o Antauro Humala, con mechón rubio y mucha plata. Trump es distinto a todo lo políticamente correcto. Desde 1952, Estados Unidos no ha tenido un inquilino en la Casa Blanca sin un background ni trayectoria en el servicio público.

Donald Trump, mal que le pese al mundo (salvo a otro tenebroso personaje como Putin), ha ido derrumbando, uno a uno, los pronósticos que aseguraban su caída. Trump no está descartado, quién lo duda. Ergo, si la cosa sigue así y si América no despierta a tiempo, podría convertirse en el próximo presidente de EE.UU. Dios los libre.