23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

Juan José Garrido,La opinión del director
La primera dama Nadine Heredia ha cerrado la posibilidad de ser candidata en las presidenciales del 2016. Para algunos, esto nunca fue una posibilidad; para otros, no solo fue una posibilidad, sino que, diga lo que diga la Sra. Heredia, sigue siéndolo. Ya se sabe que la presidenta del nacionalismo desata pasiones, a favor y en contra.

Si desea razones de la repentina promesa (formulada en su cuenta de Facebook), no lo piense más: se encuentra en juego la confianza del gabinete Jara, motivo más que suficiente para desplegar armas de gran impacto. Esta es una de ellas; a la Sra. Jara se le critica su cercanía a la primera dama y la posibilidad de trabajar por su candidatura. El mensaje entonces va a la línea de flotación de aquella hipótesis.

Lo cierto es que los costos de retrotraer la promesa son cada vez más altos. Los incrédulos citarán el caso de la Sra. Susana Villarán. Sin embargo, una cosa es esa promesa tirada al aire bajo el fragor de una lucha entre el poder y el anonimato, y otra es la seguidilla de declaraciones, promesas y textos donde la primera dama sostiene, de manera consistente, que no será candidata presidencial.

Sea presionada por las circunstancias o la coyuntura y las principales tendencias, la Sra. Heredia ha cerrado la posibilidad de presentarse y uno siente la necesidad de definirse: incorporarse a las filas de los creyentes o mantenerse escéptico de su causa. No suelo dar saltos de fe, pero mi cuota de ciudadanía me exige creer en ella.

En esto uno debe ceñirse a la confianza, a fin de cuentas. No es un tema de probabilidades, no es cuantificable si se quiere. ¿Por qué confiar ahora en ella? Más allá del escenario y las tendencias, necesitamos un respiro de las teorías conspirativas y trasladar las preocupaciones ciudadanas a otro nivel de debate.

¿Y si llega el 2016 y se lanza de todas formas? Pues se actuará en ese escenario. Ojalá podamos, en efecto, desnadinizar la agenda. Hace mucha falta.


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