23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

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La Sunat pronosticó una presión tributaria (PT) de 17% para este año; la PT es un indicador de los ingresos que percibe el Estado Peruano como porcentaje de la producción nacional (PBI).

Para muchos, lo ideal es una presión tributaria mayor; en dicha lógica, mayores tributos significan mayor capacidad de gasto e inversión pública. El promedio latinoamericano es cercano al 19%; el de la OCDE, si estamos en comparaciones con los países desarrollados, casi 35%.

Pero la lógica de percibir más tributos debería (siempre en condicional, ya se sabe que en estas latitudes la política no se asienta en la ortodoxia económica) estar sustentada en dos cosas, pocas veces discutidas: por un lado, qué se hace con esos impuestos (léase, en qué se gasta el dinero recaudado por el Estado) y, por otro, quiénes son los aportantes (la economía formal versus la informal).

Respecto a lo primero, pocos podrán justificar nuestra PT a la luz de los servicios públicos que brinda el Estado: estamos al fondo de la tabla en casi cada área estudiada (educación, salud, infraestructura, sistema judicial, calidad regulatoria, etc.). Peor aún, mientras algunos aúllan por mayores cargas tributarias, los ministerios llegan a fin de año sin gastar lo presupuestado.

En segundo lugar, es necesario reducir la informalidad. Nuestro 17% de PT está referido al total del PBI, sin considerar que el 55% de nuestra economía es informal, es decir, ‘exenta’ de impuestos (75% si hablamos del mercado laboral). En contraste, el promedio de la economía informal latinoamericana es 48% y el de la OCDE es 13%. Imaginemos cómo se multiplicaría nuestra presión tributaria haciendo una regla de tres simple.

Antes de pensar en mayores cargas tributarias, partamos por hacer dos cosas elementales: primero, optimizar la calidad de nuestro gasto, de tal manera que se gaste todo el presupuesto y que se gaste bien; segundo, reducir la informalidad a niveles razonables. Una mayor presión en los mismos contribuyentes producirá un impacto letal en nuestra –ya alicaída– economía.


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