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Opinión

Pese a no figurar como favorito, los suecos optaron por el autor de la Trilogía de la ocupación, uno de los mejores escritores franceses vivos.

Escritor

El nombre de Patrick Modiano no figuraba entre los favoritos para obtener el Premio Nobel de Literatura, lo que no debería extrañarnos si consideramos lo caprichosos que son los académicos suecos a la hora de elegir a los galardonados. Como me comentó un amigo, es admirable su hermetismo, pues guardan celosamente el nombre del ganador hasta el día del fallo oficial. Por mi parte, yo observé que más me sorprendía la reserva de sus esposas. Imagínate, le dije, si fueran damas limeñas, el resultado sería un secreto a voces. Pero mi colega no se quedó atrás y especuló: y si los jurados fuesen políticos locales, ¿no habrían recurrido a testaferros para apostar en las casas londinenses y hacerse con una buena cantidad de libras?

Bromas aparte, lo cierto es que Patrick Modiano es uno de los mejores escritores franceses vivos. Cuando su compañero de generación, J. M. G. Le Clézio, recibió el premio en 2008, muchos temieron que ya no se lo darían a él. Pero, por suerte, los suecos son impredecibles y, saltando por encima de viejos candidatos como Philip Roth o Milan Kundera, optaron por el autor de la Trilogía de la ocupación.

El fallo no está exento de polémica, pues no han faltado detractores (¡críticos suecos!) que han señalado que el laureado “no es especialmente interesante”, sino “aburrido”. Incluso, una especialista lo ha desdeñado bajo el argumento de que “si se leyeron tres libros suyos, ya se sabe quién es”. Curiosamente, esta señora ha dado en el clavo, porque la gracia de Modiano reside en volver una y otra vez sobre los mismos temas para arrojar nueva luz sobre ellos. De algún modo, es como si hubiera escrito una sola y vastísima novela, con entregas unitarias que, sin embargo, componen una visión múltiple como la que irradia un caleidoscopio.

Por lo demás, Modiano no es aburrido en absoluto. Simplemente, no opera como un novelista al uso, que teje una intriga, alcanza un pico de tensión y llega a un desenlace. Digamos que se encuentra en las antípodas de Vargas Llosa: no tiene la ambición de la totalidad ni pretende construir un gran mundo. Su mirada fragmentaria y elusiva incide en pequeñas historias que, con notable sutileza, nos dejan entrever verdades profundas. Con un estilo sencillo y conciso genera atmósferas misteriosas cercanas al policial negro, donde impera una rica ambigüedad que el lector tendrá que dilucidar.

Modiano privilegia el recuerdo y la memoria, lo que le ha valido ser tildado de proustiano, calificación engañosa por cuanto su prosa carece de lujo verbal y tampoco aspira a decirlo todo. Más bien, sus personajes solitarios y extraños nos remiten a los de Camus. En realidad, sobresale como un maestro de la elisión, en consonancia con su carácter tímido y retraído. Su preocupación esencial es rastrear el pasado con el fin de descubrir las claves de su identidad personal. En todo caso, la lectura de sus libros nos deja la inequívoca sensación de que es uno de esos escritores genuinos para los cuales el arte de escribir es la única manera posible de vivir.


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