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Opinión

Juan José Garrido,La opinión del director
En el último resumen informativo publicado por el BCR, la encuesta de expectativas económicas es desalentadora: en promedio, tanto los analistas consultados como el sistema financiero y las empresas no financieras han castigado casi un punto de crecimiento en tan solo dos meses (el promedio de mayo era 5.2%, en julio es 4.3%).

Para algunos economistas consultados, que el PBI fluctúe en una banda de uno o dos puntos no tiene mayor importancia. Para empezar, el lenguaje –y las acciones que desencadena su uso– de la promoción del crecimiento termina guiando a la economía por un sentido “dirigista”, lejos de lo que el desarrollo autónomo de los actores económicos y la eficiencia en el uso del capital promoverían. Es decir, la preocupación permanente por mayores tasas de crecimiento perturba el uso racional de los recursos al requerir políticas públicas alejadas del uso más eficiente de los mismos.

Mayores tasas de crecimiento pueden provenir de distintas fuentes, unas mejores para el largo plazo que otras. Por ejemplo, durante los sesenta y setenta, Perú tuvo episodios de altas tasas de crecimiento (en 1974 crecimos al 9,25%), sin que ello signifique que las políticas detrás de ese crecimiento sirvieran a todos y en el largo plazo. Es la diferencia en la tasa de crecimiento y la calidad del crecimiento. Lo ideal es que lo primero no socave a lo segundo.

¿Cómo podemos determinar el uso más eficiente de los recursos? A través de la productividad. En el Perú nos hemos dejado guiar por métricas cortoplacistas (lo que no significa que sean erradas). La inversión es sin duda una de ellas, pero la experiencia internacional e histórica apunta a que el ratio entre privada y pública beneficie en mayor medida a la primera. La productividad, en cambio, identifica el mejor uso de los recursos, lo que a la larga explica la competitividad sectorial y los mejores ingresos por persona.

La productividad es la relación existente entre la cantidad de productos obtenidos del sistema y la cantidad de recursos usados. Por lo general, se estiman los recursos en términos de bienes (capital) y trabajo (laboral). Sin embargo, es la productividad de los factores de producción (PTF) la métrica que mejor explica el crecimiento de largo plazo. Dicha productividad estima el mejor uso del capital, los recursos naturales y el trabajo.

Se estima que la PTF responde a cerca del 60% de las razones detrás del crecimiento de una economía. En el Perú, entre 1950 y el 2010, la PTF significó 0.48 puntos de la tasa de crecimiento; entre el 2001 y el 2010, los años de la reciente bonanza, la PTF significó 3 puntos del 5.7% de crecimiento. Como referencia, entre 1981 y 1990 la PTF decreció en 3.7 puntos.

La productividad es, para muchos países, el centro de atención de sus políticas de crecimiento. Australia, por ejemplo, cuenta con una oficina que estima el impacto de toda propuesta normativa en la PTF: si el impacto es negativo, la norma se rechaza de plano; si es positivo, sigue su camino. En el Perú no le brindamos el interés necesario a la productividad. Hablamos de competitividad (un resultado de la productividad), de la inversión, del gasto público, de la inflación, pero no de la productividad.

El economista Paul Krugman sostuvo que “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”. Y así es. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (“La era de la productividad”, 2010) calcula que los ingresos per cápita de un latinoamericano son, en promedio, poco menos del 20% del de un norteamericano. Si durante los últimos 50 años Latinoamérica hubiese producido la misma PTF que los norteamericanos, y tanto la inversión y la educación crecían de manera similar, los ingresos per cápita de un latinoamericano serían, hoy, 120% de un norteamericano.

El estudio sostiene que el bajo crecimiento de la productividad es la causa central del pobre desempeño de la economía latinoamericana al compararse con los países desarrollados. A nivel regional, en el 2005, Perú ocupaba el puesto 17 sobre 18 economías estudiadas en ese cálculo, lo que explica nuestros ingresos promedio respecto a la región.

La buena noticia, si existe, es que el Perú es el país con el mayor potencial de beneficios al cerrar la brecha de productividad (casi 75% de la brecha se cerraría por las mejoras en PTF, comparado con el 40% de Chile).
La apuesta más sensata para el beneficio de todos sería pasar de una agenda donde la preocupación principal es el crecimiento a una orientada a mejorar nuestra productividad. Lamentablemente, a pocos parece importarle.


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