Pragmáticos, no ideológicos

Juan José Garrido,La opinión del director
Una de las hipótesis detrás de la próxima campaña electoral es la identificación de ciertos candidatos con posiciones ideológicas definidas; la más marcada, si podemos etiquetarla así, es aquella de la actual alcaldesa Susana Villarán. Hace muy poco se autodenominó progresista, aunque su corazón y su historia política han transitado en la izquierda. Ni bueno ni malo; es su postura y punto.

Por oposición, Luis Castañeda estaría a la derecha; al igual, sus ideas, alianzas y programas siempre han estado en el lado “derecho” del debate (si podemos resumirlo).

Dicho esto, al revisar el Pulso Perú de junio de 2014, descubro que la información ahí contenida niega dicha hipótesis. Como recordamos, en junio los sondeos eran muy similares a los actuales: 59% votaría por Luis Castañeda, 8% por Susana Villarán, y otro 33% se subdividía en los demás potenciales candidatos. Asimismo, debemos recordar que en el centro ideológico se situaba el 58%, totalitarios (autoritarios, la nomenclatura no cambia el perfil) 31.4%, progresistas (izquierda) 3.2%, conservadores (derecha) 2.5% y liberales 4.8%.

De los totalitarios, el 63% votaría por L. Castañeda; por S. Villarán, 8,4%. Por el perfil, estamos hablando de los peruanos de extrema izquierda (tanto en lo social como en lo económico). Entre los progresistas la cosa no es muy distinta: 80% votará por L. Castañeda y el 20% restante por S. Villarán. El centro, el espacio de mayor importancia, favorece de igual manera al exburgomaestre: 54.9% frente a 7.3% a favor de la actual alcaldesa.

Las ideologías, por lo visto, poco tendrán que ver en estas elecciones. En pocas palabras, no serán los “rojos” quienes voten por la alcaldesa ni “fachos” u “oligárquicos” quienes opten por el exburgomaestre.

Lo más probable es que el voto, como imaginan a estas alturas, responda a razones prácticas: quién me ofrece más, quién tiene mayores probabilidades de cumplir sus promesas, etc. Ojalá los seguidores de todos los partidos eliminen los prejuicios ideológicos de la contienda; a fin de cuentas, a los electores poco les importa.