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Opinión

“Los 90 quedaron atrás; sin embargo, la intolerancia entre peruanos y periodistas no solo pareciera estar intacta, sino con un vigor notable”.

El periodismo es esencialmente verdad y pluralidad. La convergencia de distintos puntos de vista de tal forma que el hecho noticioso se nutra y fortalezca, y el beneficio sea mayor para el ciudadano. La lucha que algunos dimos en gran parte de los 90 contra el fujimorismo fue una batalla contra la corrupción reinante, la ausencia de Estado de derecho y también por una libertad de expresión que recoja todas las voces. No más un coro con una sola melodía. Los 90 quedaron atrás; sin embargo, la intolerancia entre los peruanos y entre periodistas no solo pareciera estar intacta, sino con un vigor notable. El que no sigue mi partitura es un comprado, y si piensa distinto, de inmediato satanizado. Personal y públicamente he reconocido y felicito el aporte que viene realizando IDL-Reporteros sobre los whastsapp y correos sobre el caso OAS-Parque Rímac-By pass que nos ha permitido “probadamente” conocer todas las concertaciones para boicotear un proyecto. Juego sucio y con un reparto de peligrosos coprotagonistas. Falta, aún, probar el hecho de corrupción. La nula transparencia de parte de la gestión de Castañeda aviva, además, todas las sospechas.

Ahora, de ahí a pretender que obligatoriamente, al unísono, se deba seguir esa cobertura, a como dé lugar, solo para que el cuestionado alcalde no suba en las encuestas es un acto periodísticamente inaceptable. ¿Qué pasó con el profesionalismo periodístico, la independencia de criterio, el respeto al ciudadano que ahora, resulta, es un ignorante que no se sabe informar?
Los periodistas respondemos únicamente a los hechos, no a la barra de amigos. El peligro de seguir poniendo delante filias o fobias es que las revelaciones que seguirán apareciendo serán menos claras en detrimento del público al que nos dirigimos. Menos pasión y satanización, más cabeza fría para que las investigaciones lleguen a buen puerto.


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