Después de 4 intentos de evitar el interrogatorio de Lava Jato, Lula ha tenido que sentarse en el banquillo de los acusados. A pesar de su astucia, no le fue bien.
En un interrogatorio de 5 horas, filmado y presentado por TV poco después, Lula tuvo que explicar al juez Sergio Moro su relación con el departamento que la OAS le ha regalado y acondicionado.
Visiblemente nervioso y muy arrogante, Lula ha negado su interés en el departamento y ha afirmado que era la señora Marisa, su fallecida esposa, quien quería tenerlo. Esa estrategia ha tenido dos fallas.
Desde el punto de vista jurídico, la señora Marisa no puede ser juzgada. Si la culpa es de la muerta, los vivos (muy vivos) están libres de culpa. Sin embargo, Lula no explicó por qué la OAS le estaba regalando un departamento que era parte de los sobornos al PT. Esto le va a costar en el juicio.
Culpar a la señora Marisa, recién fallecida, ha resultado ser un error político de Lula, pues fue visto como poco valiente y profundamente desleal hacia la esposa. Además, la actitud desafiante ante el juez ha sido vista, en los sectores medios, como falta de respeto a la institución jurídica, algo típico de los dictadores latinos. Esto le va a costar en la política.
Este ha sido el primero de los varios interrogatorios del primer juicio, y Lula tiene 5 juicios y 6 investigaciones adicionales. En los próximos meses, Lula va a aparecer en TV respondiendo interrogatorios. El banquillo de los acusados, en un caso de corrupción, es un mal sitio para aparentar ser un perseguido político. Si no ocurre un cambio radical, el número de personas que creen en su integridad ética va a colapsar.
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