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Álvaro Vargas Llosa: “Hoy, muchos no votarían por Ollanta Humala”

El periodista y escritor afirmó que, con casos Nadine, Maduro y Repsol, Keiko lo hubiera barrido en la segunda vuelta.

(Rafael Cornejo)
(Rafael Cornejo)

Carlos Castillo
ccastillo@peru21.com

Considerado uno de los garantes del triunfo electoral del presidente Humala –aunque no le gusta ese calificativo– y ad portas de que el Gobierno cumpla dos años, Álvaro Vargas Llosa evalúa al mandatario y los temas de coyuntura.

En una entrevista con el diario El País, de España, el presidente Humala marcó distancia de la izquierda, a la que llamó “acartonada y sedienta de cupos de poder”. ¿Cómo califica esa postura de romper con quienes lo ayudaron a llegar al poder?
Si esa fuese una ruptura ideológica con el sector más populista, antidemocrático e ideologizado de la izquierda, me parecería interesante. Lo veo más como una rivalidad de poder, una disputa por ocupación de espacio en el espectro político peruano. Me parece que el presidente piensa que el nacionalismo debe copar el espacio que copaba la izquierda en un sector de la población y de las demandas populares. No lo veo como una ruptura ideológica. Si así fuera, en esa misma entrevista a la que se refiere no habría tantos guiños a la izquierda dictatorial venezolana.

¿Fue un error del Gobierno intentar comprar los activos de Repsol? ¿Hay la tentación de Humala de dar un giro hacia la ‘Gran Transformación’?
Hay una corriente cercana al presidente que empuja hacia esa dirección, pero hay otra corriente que le dice no. El resultado es que hay señales mixtas que tienen en vilo a los agentes económicos y a la sociedad en general.

¿Qué habría significado la compra de Repsol?
Una estatización del mercado de combustibles, y eso habría significado una violación flagrante no solo de la Hoja de Ruta sino del compromiso democrático asumido por el presidente Humala en la Casona de San Marcos. Además, habría empujado a una ruptura con el modelo económico que se comprometió a respetar, y eso habría destruido el proceso económico y el progreso que se ha dado en los últimos años. Así que yo me alegro de que haya dado marcha atrás, pero hizo mucho daño a la confianza que no debe perder, y eso se nota pese a los esfuerzos que viene haciendo.

¿Qué debe hacer el Gobierno para recuperar confianza?
Sobre todo, ser consistente. Esto es muy importante. Lamentablemente, hay una tendencia a la inconsistencia. Lo segundo, creo que el presidente y el Gobierno gastan demasiada energía política en asuntos que no tienen nada que ver con el desarrollo y el progreso. Haber invertido tanto capital político en el servicio militar obligatorio me parece una pérdida de tiempo, una forma de quitarle energía a lo que sí importa, que son las reformas verdaderas. Un tercer elemento que ayudaría mucho es que el presidente Humala despejara de una manera más clara el temor que existe entre la población a un intento de permanecer en el poder a través de su esposa

Cuando el presidente salió a pedir que los noticieros dediquen 15 o 20 minutos en noticias positivas, usted advirtió que los colaboradores del Gobierno podrían alentar una ley intervencionista de medios, como en Ecuador…
El tema de la prensa lo vivo muy de cerca no solo porque una parte de mi tiempo lo ocupo pronunciándome en los medios de comunicación para defender mis ideas, sino porque he seguido muy cerca la experiencia de Ecuador, de Venezuela, de Bolivia y de Argentina. Soy consciente de la tremenda desconfianza que suscitó Humala en la campaña electoral y, por ello, cada vez que haya el menor asomo de intervencionismo del presidente o del Gobierno en los medios –aunque sea aparentemente inocente– ,como esas últimas declaraciones, hay que señalarle con claridad los límites. A mí tampoco me gustan los noticieros morbosos, pero el remedio es la libertad y la pluralidad, y no que el Gobierno le fije parámetros. No creo que el presidente vaya a intervenir los medios, pero detrás hay personas que pudieran tener iniciativas muy peligrosas. Recuerde que en la ‘Gran Transformación’ había un segmento sobre los medios, y no hay que olvidar que los parlamentarios fueron elegidos con el programa de la primera vuelta. Mi modesto consejo es que, al menor indicio, reaccionemos con mucha dureza porque, si no lo hacemos, mañana podrían salir.

¿Cómo interpreta que el presidente califique a los periodistas de “gallinazos” y que muchas veces solo quiera declarar para el canal estatal?
Eso está mal. Este presidente y cualquier otro tienen que entender que la función de los medios de comunicación en una sociedad es la de contrapeso al poder. Estamos viendo hasta qué punto es importante el rol de los medios. Tenemos un Congreso que deja mucho que desear, que tiene mucho interés en investigar a unas personas y no a otras, tenemos a un Ejecutivo que estuvo a punto de estatizar el mercado de combustibles, y si no hubiese sido por la prensa, no sé que habría ocurrido. La prensa tiene una función importante porque me parece que el Gobierno no es lo suficientemente cuidadoso de tener cercanías con regímenes autoritarios del continente. El Perú le ha dado un aval al fraude venezolano que ha tenido una gran consecuencia porque, con ese aval, otros gobiernos que no estaban reconociendo a Venezuela se han visto obligados a hacerlo en la medida en que no han querido quedarse aislados. El rol de la prensa peruana, en un caso como este, es importante porque es la única instancia que le va a señalar al presidente, con mucha claridad, el riesgo que le significará tener ese tipo de relación. Espero que la prensa siga manteniendo esa independencia

¿Cuándo ustedes apoyaron a Humala estaban convencidos de que las ideas chavistas habían salido de su cabeza?
Yo partía de la siguiente premisa: Humala entiende que el chavismo en el país no es viable, pero para asegurarnos vamos a mantener una vigilancia muy estricta. Los que apoyábamos a Humala no éramos incondicionales y teníamos una idea clara de lo que es democracia, economía y Estado de derecho; por lo tanto, íbamos a ser un contrapeso. Eso, de cierta forma, se ha hecho.

En ese papel de garante que le señala un sector de la opinión pública, ¿está satisfecho con los dos años de gobierno? ¿Qué lo decepciona?
Yo me siento reivindicado en lo esencial, digamos que la democracia está en pie y lo esencial del modelo económico no ha sido alterado, pero también me siento frustrado porque pienso que el Gobierno ha desperdiciado mucho capital político en cosas que no tienen ningún sentido, que ha alimentado la incertidumbre de manera torpe y majadera sobre temas como la candidatura de la primera dama y no ha avanzado en las reformas teniendo el capital humano. No tiene idea de las reformas que se tienen que llevar a cabo.

Cuando se cuestionó que el Perú apoyaba la elección de Maduro, el presidente dijo que el pueblo lo eligió a él y no Mario Vargas Llosa. ¿Cómo toma esa reacción?
Yo lo entiendo. Lamentablemente se generó una percepción –que yo no compartí– de que mi familia había jugado un rol importante en su victoria, y claro que sus adversarios machacaron esto para tratar de crear una serie de complejo, y en cierta forma tuvieron éxito. Nosotros no hicimos ni dijimos más allá de lo que nos habíamos comprometido. Si en la segunda vuelta Humala hubiera dicho ‘voy a avalar un fraude en Venezuela’, muchos de los que votaron por él, y que tenían dudas por sus anteriores simpatías chavistas, probablemente no lo habrían hecho. Si él (Ollanta) hubiera dicho ‘quiero que el mercado de combustible pase al control del Estado’, yo dudo mucho que hubiera contado con el apoyo de la clase media que votó por él venciendo resistencias; y si hubiera dicho ‘yo voy a negarme a descartar por completo la posibilidad de que mi esposa me suceda en el poder’, me imagino que habría sido barrido por la candidata rival, porque esa era la acusación principal que le hacían sus adversarios. Estas son las cosas que no son inteligentes y que le hacen perder capital político.

¿Nadine será candidata?
Creo que no será candidata, pero el presidente no debe convencerme a mí sino a los millones de peruanos que desconfían porque el Gobierno les ha dado razones para desconfiar. No entiendo por qué mantienen esta ambigüedad tan absurda, que bien no les hace. Esto es una especie de pecado original del cual deriva todo tipo de consecuencias. En la caída de la popularidad seguramente hay elementos de desconfianza, de sospecha de que pretenden quedarse en el poder. Si en el Gobierno hay un poco de lucidez para medir la temperatura política, tendrían que descartarlo. Si no lo haces, sería como darles un garrote a los adversarios, y me parece incomprensible.

¿Pero no cree que sí existe esa intención?
Tal vez, internamente, pueda haber algunas iniciativas, pero estoy seguro de que no por una razón bien sencilla: la primera dama tiene un instinto de preservación. Cada vez que hay un peligro sale a detenerlo, como en el caso de Repsol.

¿Es una simple coincidencia el cargamontón de denuncias contra los otros candidatos?
En estas cosas, si uno tiene el mínimo sentido de lo que es el Estado de derecho y lo que es el rol fundamental de las instituciones, entonces se tiene que dejar actuar a las entidades y no transmitir la imagen de que detrás de eso hay una intencionalidad política. Lamentablemente, los voceros en el Congreso y en el Ejecutivo transmiten esa señal. No se pueden respaldar las investigaciones a los enemigos y proteger a los amigos. Eso ha pasado en el Congreso, me temo mucho, en el caso de Alejandro Toledo. No puedo saber si en estos indicios hay o no delitos, pero por lo menos hay una gran falta ética. Lo que sí sé es que el Gobierno ha protegido al expresidente Alejandro Toledo y, al mismo tiempo, alentaba una investigación a Alan García. Eso no es bueno desde el punto de vista ético, político ni institucional.

En la segunda vuelta de 2011, usted señaló que Alejandro Toledo no dijo la verdad en el tema Zaraí. ¿Le cree en el tema de las propiedades de su suegra, Eva Fernenbug?
Yo dije dos cosas en el 2001: lo que usted recuerda sobre Zaraí y, también, que era muy peligroso que Toledo tuviera relaciones con empresarios israelíes. Sostuve que se debería separar la política de los intereses particulares y los negocios. Durante ese gobierno, lo dije muchas veces y en solitario porque los demócratas pensaban que no había que darles armas a sus adversarios, lo cual fue un grave error. Da la impresión de que esta relación está en el corazón de esta denuncia No tengo cómo saber la verdad, pero sí tengo dos dedos de frente y ojos para ver, y hay tal cantidad de indicios, tantas contradicciones y versiones desmentidas por la realidad, que en el mejor de los casos hay una gravísima falta ética, una vejación total de responsabilidad de una persona que, como exjefe de Estado, tiene que ser un referente para el país. No entiendo cómo el presidente Humala impide una investigación seria.

EL FUJIMORISMO

- No tengo animadversión hacia ese grupo de personas que quieren dejar atrás la etapa de los 90 y refundar, moral y políticamente, esa opción vinculada a la violación de los DD.HH., a la destrucción de las instituciones y a la corrupción. El problema es con la posibilidad de que vuelva a gobernar el modelo de los 90. Creo que eso habría pasado si Keiko hubiera ganado en 2011 porque, independientemente de sus mejores intenciones, quien habría gobernado sería su padre o gente vinculada a él.

- El reto que tiene Keiko es liberarse de esa tremenda mochila. Si algún día lo logra, no es imposible que pueda conquistar a un sector del país que tiene prevenciones hacia el fujimorismo, pero esa premisa es sumamente difícil.

- El fujimorismo tiene el derecho de seguir participando en política y, en la medida en que el precio que deben pagar por lo ocurrido en los 90 lo asuman de manera madura, en el futuro podrán ser aceptados como una opción de derecha modernizada. Lo mismo pasó en Chile.

TENGA EN CUENTA

- ¿Ratifica su artículo ‘Carta a Torre Tagle’ en La Tercera de Chile? Sería de mal gusto que, faltando pocos días para el fallo, abra la polémica. Naturalmente, sigo pensando lo mismo, pero me comprometo a que, si me equivoco, haré una autocrítica muy detallada, y si no me equivoco, haré una reflexión. Si el fallo es término medio, no sé qué haré.


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