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Opinión

Las adendas son modificaciones contractuales de las relaciones privadas y públicas. El término se ha vuelto famoso, porque se intuye que este habría sido el principal vehículo de la corrupción brasileña, en casos como los tramos 2 y 3 de la IIRSA Sur. No obstante, solo 22% del incremento presupuestal de estos tramos se ejecutó a través de adendas. Para incrementar el 78% restante, bastaron un mal contrato y sendas normas del Congreso y el Ejecutivo.

La verdad es que hay adendas y adendas. Por ejemplo, vía la Adenda N°1 del contrato de concesión de la Línea 1 del Metro, se le permitió al concesionario utilizar los trenes adquiridos para el Tramo 2 en el Tramo 1, dado el retraso del Estado en la entrega de terrenos para culminar el Tramo 2. Luego, para el aeropuerto Jorge Chávez, donde el Estado se comprometió a entregar los terrenos para la ampliación de las pistas de aterrizaje a más tardar el 31 de diciembre de 2015, hoy se justifica la suscripción de una adenda, dado que el Estado tampoco ha cumplido su compromiso.

Pero las adendas N° 6 y N° 7 de la IIRSA Sur – Tramo 2 desnaturalizaron el cofinanciamiento del proyecto, promoviendo la ejecución de obras adicionales que obligaban al Estado a incrementar y adelantar pagos antes del inicio de la operación de la carretera.

Las adendas tienen ya candados vigentes para los primeros tres años (de ahí que la corrupción suela venir después).

Y si bien pueden ponerse más candados a las adendas iniciales, solo buenos diseños contractuales y adecuados mecanismos de control reducirán sosteniblemente la corrupción. No nos dejemos engañar.


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