Juan José Garrido,La opinión del director
Parafraseando a Miller, nadie odia más a un peruano que otro peruano. Lo vemos todos los días; es, además, transversal a nuestra sociedad. Y donde sobresalen los espíritus bravucones en mayor medida es en lo ideológico, el detrás de cámaras de lo político y lo económico, que es donde más debate y conversación necesitamos.
Ejemplos sobran. El más reciente es lo ocurrido a propósito de la candidatura de Diego García Sayán a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el organismo regional más importante. Es un cargo de altísima relevancia en el desarrollo y la armonía en las relaciones de los países de la región. Frente a la polarización existente entre los ejes Alba-Mercosur y Alianza del Pacífico-EE.UU., no es una posición secundaria.
El presidente Humala ofreció hace pocos días postular al Sr. García Sayán a la Secretaría, propuesta que involucra –queremos imaginar– la intervención directa del mandatario a fin de lograr el apoyo necesario para el triunfo de esta candidatura. Frente a la carta peruana se presentan el guatemalteco Eduardo Stein y el uruguayo Luis Almagro. La candidatura de Stein, hasta donde sabemos, no tiene mayor futuro; y el uruguayo Almagro es un amigo cercano del chavismo, a tal punto que en la reciente crisis venezolana sostuvo que sería Unasur el mejor espacio para abordar el tema. Ya imaginarán lo que lograría el bloque chavista con la OEA bajo el brazo.
Es increíble pensar que algunos peruanos preferirían, antes que ver a Diego García Sayán como secretario general de la OEA, entregar dicha secretaría a un amigo cercano al modelo totalitario que corroe Latinoamérica y al cual dicen enfrentar. ¿Fue la mejor carta del actual gobierno? La pregunta es estéril; es la carta y bajo esa realidad debemos pensar y actuar. Si a ello sumamos la posibilidad de ver a un peruano al frente de dicho organismo, no es difícil concluir que todos deberíamos apoyar la propuesta.
Pero vivimos en el Perú, un país tan ininteligible que ha sido nuestro propio canciller quien ha asestado el más fuerte puyazo a la candidatura. Ni Dios nos debe entender.
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