13.MAY Lunes, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Hay una variante en la inseguridad ciudadana de la que pocos se percatan: la estimulación deliberada del crimen callejero como herramienta política de gobierno.

Dardo López-Dolz,Opina.21
Columnista invitado

Independientemente de la ideología (o barniz ideológico) del tirano, los gobiernos totalitarios contemporáneos solían conseguir periodos de legitimidad basada en la seguridad del ciudadano obtenida mediante un férreo control del aparato represor.

Es poco creíble que gobiernos como los de Chávez, Maduro o Evo, que ejercen férreo control político del aparato represivo estatal, al servicio de su meta política, sean incapaces de enfrentar la creciente delincuencia. Esta subsiste, crece y se agrava en incidencia y en nivel de violencia, por planificación estatal.

La lógica detrás de tal comportamiento radica en las tres razones ya utilizadas en la historia antigua, una amenaza olvidada en tiempos de democracia:

Un entorno de criminalidad extendida permite camuflar fácilmente la extorsión y el homicidio por razones políticas.

Cuando se somete a una población a situaciones extremas, el precio, medido en libertades y derechos, que esta acepta pagar para volver a sentirse protegida es muy alto.

Resulta económica y políticamente mucho más barato ahuyentar los probables opositores que pudieran existir entre la gente de bien con recursos intelectuales y económicos para ser eficiente que encarcelarlos o matarlos. Una vuelta por Panamá o el Doral, en Miami, mayoritariamente poblada por autoexiliados venezolanos, lo comprueba.

Las entidades y personas dedicadas al estudio y preservación de la seguridad de la democracia y las libertades del ser humano,debemos abordar esto con prontitud, a riesgo de perder rápidamente territorios en manos de los totalitarios.


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