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Opinión

Esta semana el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) cumplió 50 años, sin duda un motivo de alegría y esperanza para todos.

Juan José Garrido,La opinión del director
Esta semana el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) cumplió 50 años, sin duda un motivo de alegría y esperanza para todos. Alegría, porque es un hecho casi insólito que en un país como Perú, tan acostumbrado a la banalidad y a la opinión desinformada, una usina de ideas –think tank, como le conocen los anglosajones– se mantenga luego de tantos años, tantos desgobiernos y tan poco interés de las élites por financiar este tipo de proyectos. Esperanza, porque si ellos pudieron, pueden otros, y tal vez no haya nada más necesario que la proliferación de estos centros de investigación y divulgación.
Aprovecharemos el aniversario del IEP para profundizar los roles y ventajas que los think tanks cumplen y generan.

¿Qué es un think tank? Y, sobre todo, ¿para qué sirven?

No existe un consenso sobre qué es lo que define a un think tank; en lo más básico, diríamos que es un grupo de personas organizadas que busca responder a preguntas –por la vía de la investigación– sobre temas o áreas específicas, probablemente bajo un manto ideológico o línea de pensamiento. En lo práctico, los think tanks pretenden –no siempre lo hacen– educar a los tomadores de decisiones y al público en general, así como intervenir en las políticas públicas. Por ello, existen de todo y para todo tipo: defensa del libre mercado, ambientalistas, estudio de las políticas monetarias, reducción de pobreza, y un larguísimo etcétera. En Estados Unidos estas instituciones juegan un rol preponderante en la producción y mejora de políticas públicas. De hecho, el 26.7% de estas usinas de ideas se encuentra en dicho país, contando además al más prestigioso del mundo, según el ránking producido por la Universidad de Pensilvania: el Brookings Institution. Creado en 1916 para estudiar distintos temas de política local, hoy la institución emplea a más de 550 trabajadores y más de 350 académicos, con un presupuesto anual que sobrepasa los US$100 millones anuales.

Donald Abenson, en “¿Importan los think tanks?”, sostiene que la principal función de ellos es educar y moldear la opinión de expertos y la pública en diversos temas (sociales, económicos y políticos, principalmente) de interés nacional. Y, sin duda, en los países desarrollados cumplen una función importante: sirven de opinión independiente –la mayoría de las veces– en el debate nacional. En el Perú, y en general en Latinoamérica, es muy pobre su presencia y, como es obvio, poca su participación. La Fundación Getúlio Vargas, en Brasil, es la mejor ubicada en el índice global, en el puesto 21. Solo Argentina, Brasil y Chile tienen instituciones entre las principales 100 del mundo. En el Perú, el Instituto Libertad y Democracia se ubica en primer lugar, seguido del Instituto de Estudios Peruanos. No obstante, el segundo tiene una producción más importante y heterogénea; los libros de Hernando de Soto (sobre todo “El Otro Sendero”, coescrito con Enrique Ghersi y Mario Ghibellini) han repercutido con mayor impacto alrededor del mundo.

Entre los 6,826 think tanks identificados por la Universidad de Pensilvania, en el Perú solo residen 32. ¿Qué significa esto? ¿Existe una relación entre la presencia de estos centros de investigación y el desarrollo? Existen estudios, pero la relación no es ni directa ni concluyente. Los think tanks sirven para modelar actitudes e ideas, y eso en el largo plazo constituye una base fundamental de desarrollo; sin embargo, a la hora de compararlos, por ejemplo con empresas de cabildeo o lobby, estos tienen mayor impacto. El caso del IEP es importante señalarlo. Dedicado a “la investigación, la enseñanza y la difusión de los estudios sociales sobre el Perú y otros países de América Latina”, este organismo ha producido importantes apuntes sobre nuestra realidad (más de 450 textos), basados en la experiencia e investigación de distintos académicos e intelectuales entre los que destacan Julio Cotler (con quien conversamos hoy en nuestra Entrevista.21), Martin Tanaka, María Rostworowski y Carlos Iván Degregori; ha servido, de igual manera, como semillero de servidores públicos (nuestra columnista y ex ministra Carolina Trivelli, Cecilia Blondet, entre otros).

Para un país con tal precariedad institucional, el desarrollo y aporte que pueden brindar instituciones como el IEP, Grado, IPE, entre otros, es primordial. Por supuesto, lo más sencillo es apuntar al apoyo estatal como base central del financiamiento; sin embargo, es el sector privado el que debe apoyar en mayor medida estas iniciativas, por distintas razones (la primera es la independencia). Ojalá veamos un mayor intereses de los empresarios por estas causas, y la proliferación de estos institutos en el corto y mediano plazo. Sin duda los necesitamos.


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