La aprobación del alcalde de Lima se ha desplomado en los últimos meses. La aprobación del presidente ha vuelto a caer luego de un tímido repunte como consecuencia de la respuesta a la emergencia de El Niño costero. En ambos casos, el descenso de su aprobación es consecuencia de un deterioro de la marca personal de cada autoridad.
En el caso de Castañeda, sus gestiones y sus ofertas de campaña enfatizaban el cemento, como la construcción de pasos a desnivel e intercambios viales, como símbolo y visión de la ciudad. El cemento representaba la sólida aprobación de Castañeda. El desplome del puente Solidaridad y las más de 500 grietas del by-pass de 28 de Julio fueron el catalizador simbólico para quebrar la solidez de su imagen. Las fallas del cemento evidenciaron ante la opinión pública las fallas de una gestión sin rumbo.
Kuczynski, por su lado, ha sido un tecnócrata exitoso y ministro de Economía en periodos de bonanza. Los electores efectivamente percibían que era el mejor capacitado para manejar la economía entre el grupo de candidatos en 2016. El deterioro de la economía, más allá del efecto de eventos exógenos, como Odebrecht y El Niño costero, es atribuido a la impericia del experto. Esto se agrava por el hecho de que funcionarios de alto rango, como Fernando Zavala, también tienen como marca el expertise económico. Zavala, ahora como ministro de Economía, tiene como reto recuperar su marca personal.
Recuperar el posicionamiento de la marca de un político es complicado. Los pronósticos económicos auguran mejores cifras para el año que viene. Será una oportunidad de intentar esta recuperación para Kuczynski y darle un poco de estabilidad a su frágil gobierno.
El próximo mensaje presidencial podría ser un primer paso, siempre que no sea una avalancha de cifras. La marca se recupera en los hechos, no en las palabras.
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