23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

El ministro Urresti, fiel a su estilo, ha salido con una cantinflada.

Juan José Garrido,La opinión del director
El ministro Urresti, fiel a su estilo, ha salido con una cantinflada. En esta ocasión, sin embargo, no debemos perdernos en la forma, sino concentrarnos en el fondo: 900 kilos de cocaína desaparecidos.

La historia es sencilla: hace unas semanas se decomisaron en Trujillo 7,600 kilos de cocaína de alta pureza, el más grande decomiso de nuestra historia. El valor total de la mercancía bordeaba los US$300 millones en el mercado internacional.

No les miento: cuando las fuentes oficiales informaron que destruirían el decomiso por partes, mi primera sensación fue que se “perderían” unos cientos de kilos del cargamento. Imaginaba un cambiazo, una sospechosa pérdida, o un robo hollywoodense.

Ha sido peor que eso. Ayer el ministro Urresti anunció que la droga no pesaba 7,600 kilos, sino 6,700 kilos. Léase bien: 900 kilos de diferencia. De nuevo, estamos hablando de cocaína, no de miel de chancaca o pintura de pared. Cada kilo representa casi US$40,000; en otras palabras: los incentivos para que se “pierdan” unos kilitos no son pocos.

No obstante, el ministro Urresti dice que la diferencia no es por pérdida, menos por robo. No. Nunca fueron 7,600 kilos en principio, sino solo 6,700 kilos; la diferencia está en los plásticos que recubren la cocaína purita (Urresti dixit). Así como leen. “Estoy agotado de tanta mezquindad. En ningún gobierno está permitido abrir los paquetes, sacar la droga y pesar la droga purita para hacer una diferencia entre el peso neto y el peso exacto de la droga purita”.

Suena psicotrópico, pero no lo es. El gobierno pretende decirnos que las envolturas pesan 900 kilos, ¡lo que pesa un Volks-wagen escarabajo!
No se trata de mezquindades o antipatías. El ministro Urresti debería ser removido del cargo para abrir de inmediato una investigación exhaustiva por parte de un equipo independiente que descubra qué pasó con esos 900 kilos (descontadas las bolsas y cinta adhesiva, claro). Y rápido: al paso que van, terminarán diciendo que los últimos 25 kilitos no eran más que la harina que utilizaron para preparar los panetones de Navidad.


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