Claudia Cooper: El legado del gobierno que se va

No suele ser muy de moda escribir sobre un gobierno de salida. Pero felizmente, los legados de los sucesivos gobiernos han sido continuados por sus sucesores, generándose círculos virtuosos en varios sectores.
En el Perú, las reformas no empiezan y terminan en sí mismas, sino que constituyen procesos sin autoría exclusiva.

El gobierno que termina deja avances, siendo la mayoría de ellos, a su vez, continuación de iniciativas iniciadas por administraciones anteriores. Entre ellas se me vienen a la cabeza los importantes cambios en educación, infraestructura y diversificación productiva.

A la iniciativa de la evolución docente empezada en la administración anterior, le siguió la ambiciosa búsqueda de un cambio integral en la experiencia escolar, estructuras viables de financiamiento a los estudiantes diligentes y un esquema de supervisión a la educación superior, a fin de asegurar su calidad. Y todo ello con gran consenso.

En infraestructura, se continuó con el esquema de asociaciones público-privadas, sistema que, aunque con enormes deficiencias, deja en marcha importantes proyectos que podrían cambiar la vida de la población a la que alcanzan, siendo los principales (por su tamaño) el Gasoducto del Sur y la línea 2 del metro de Lima. Sin embargo, queda pendiente mejorar la relación público-privada y pasar del foco normativo a la restitución de la confianza entre empresa, Estado y población.

A diferencia de educación e infraestructura, la diversificación productiva es un producto de este gobierno. La iniciativa no solo ha hecho de la confianza público-privada su metodología de trabajo, sino que además ha sido exitosa en conseguir un significativo consenso, ante la enorme desconfianza inicial.

Hay también avances en salud y asistencia social, a los que por espacio no me puedo referir. Y retrocesos que tocará revertir: el futuro pensionario es el que se me viene primerito a la mente.