04.MAY Sábado, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

“En un Estado laico, los políticos deben resolver sus problemas bajo las formas democráticas y el diálogo. Sin embargo, está claro que en América Latina, la Iglesia sigue metiendo sus narices”.

El cardenal Cipriani nunca ha escuchado la voz de la calle y jamás le ha dado importancia a las marchas, excepto a una: la mal denominada marcha por la vida, esa que defiende un solo tipo de familia, que anula a los hogares formados por dos mamás, por una sola mamá o por dos papás, o quizás por dos abuelos.

Y es este Cipriani el que pronto recibirá los aplausos por haber intercedido en el diálogo entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski y #LaPoderosaKeiko, hashtag que ayer fue trending topic debido a un ranking de mujeres influyentes que si bien no es una lista de Forbes o algo semejante, refleja muy bien la situación que afronta el país.

Me pregunto por qué Cipriani no intervino cuando la mayoría fujimorista puso contra la pared al todavía ministro de Educación, Jaime Saavedra. ¿Por qué no alzó la voz? ¿Por qué después del ‘mototaxi’ en Telegram no abrió las puertas de su casa y convocó a Keiko y sus amigos? Pero no. Cipriani alzó la mano y la voz cuando ya estaba todo consumado.

Claro, ¿cómo iba a defender al ministro que había tenido la osadía-valentía de plantear la igualdad de género en la currícula escolar?

¿Cómo podía ponerse del lado de la razón cuando se estaba organizando una marcha contra el Ministerio de Educación por ‘promover’ la homosexualidad? Así que Cipriani esperó paciente el desenlace y luego extendió las manos, abrió los brazos y se nos presenta como facilitador en un conflicto político que no debería necesitar mediadores.

No es posible que la política nacional se cobije bajo las sotanas de un personaje que se ha caracterizado por su discurso confrontacional y por la tergiversación de la verdad, así como las afrentas constantes contra la libertad, la mujer y las minorías. En un Estado laico, los políticos deben resolver sus problemas bajo las formas democráticas y el diálogo. Sin embargo, está claro que en América Latina, la Iglesia sigue metiendo sus narices.

Dice Cipriani que su intervención es un servicio y no una acción de protagonismo. ¿Será así? Por lo pronto, la voz que más se ha escuchado al respecto es la del cardenal, quien busca así reforzar su peso político.

Si, como dicen algunos, la próxima en la mira del fujimorismo es la ministra de Salud, Patricia García –quien ha defendido como se debe la distribución de la píldora del día siguiente–, me pregunto si Cipriani buscará el diálogo o esperará el cargamontón-censura-salida.

Este astuto personaje juega bien sus cartas y, así como alienta las marchas por la vida y cualquier intento de modificar la currícula escolar, hoy busca erigirse como el gestor del diálogo. Si consigue que #LaPoderosaKeiko abandone la ‘política’ del mototaxi y el revanchismo, y se convierta al fin en una oposición constructiva y no obstruccionista, pues vamos a decir que en Navidad se produjo un milagro. De lo contrario, seguiremos en las mismas.

Dicho esto, quisiera dejar claro que un verdadero demócrata no puede pedir el cierre del Congreso, así este poder del Estado sea recordado por sus turrones, Telegram, canastas y aprovechamientos del cargo (sí, hablo del señor Bruce).


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