04.MAY Sábado, 2024
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Sin HD

En este extraño mundo hiperconectado hay parejas que nacen en un chat de Facebook, entre likes, emoticones y pocas palabras que arman una frase precisa.

El cardenal Cipriani nunca ha escuchado la voz de la calle y jamás le ha dado importancia a las marchas, excepto a una: la mal denominada marcha por la vida, esa que defiende un solo tipo de familia, que anula a los hogares formados por dos mamás, por una sola mamá o por dos papás, o quizás por dos abuelos.

Los peruanos que no hablan y no entienden castellano son ignorados y ciertamente poco escuchados. Sin alzar la bandera de la inclusión, como sí lo hizo el anterior gobierno, TV Perú presenta mañana Ñoqanchik, el único noticiero en radio y televisión nacional en quechua, realizado y producido por periodistas cuya lengua es el quechua.

El día que en Perú era trending topic #ConMisHijosNoTeMetas, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara realizaba dos eventos sobre la comunidad de gays, lesbianas, trans y bisexuales (GLTB). En una esquina, cuatro escritores debatían en la mesa “Latinoamérica, ¿sale del clóset?”. En la otra, la psicóloga Rinna Riesenfeld presentaba su ya famoso libro “Papá, mamá, soy gay” (editorial Raya en el Agua).

Desde ‘La bodeguita del medio’ o tomando el sol en Varadero, Cuba todavía te puede parecer leyenda.

Los periodistas tenemos un problema que ha superado eso que llamamos el boom de redes sociales, la transición digital, la amenaza del fin de los periódicos y otras perlas propias del oficio: padecemos un ego colosal. Y aunque lo negamos, con una gran sonrisa, vamos por el mundo, y ahora por Twitter y Facebook perpetrando papelones de diverso calibre como dueños de la verdad. En cualquier ocasión somos buenos para pontificar, sentenciar, ajusticiar y participar del linchamiento virtual, tan de moda, tan de estos tiempos, salvo que esté involucrado un amigo, una amiga, un cliente.

Llevo 20 años luchando con la depresión, como otros batallan con la diabetes, la insuficiencia renal o el cáncer. Llevo 20 años entre pastillas, citas con mi psiquiatra y psicoterapeuta, y visitas periódicas al neurólogo.

Tenía que ocurrir un incendio de tremenda magnitud para que los políticos, los medios, los periodistas y también los columnistas –me incluyo, por supuesto– nos acordemos de la comunidad shipiba de Cantagallo, a pesar de estar tan cerca de nosotros, enclavada en esta ciudad, tan cerca del centro. A pesar de ciertas muestras de inclusión, la realidad es clara: la gente de Cantagallo ha sido durante muchos años ignorada, invisible y, en el peor de los casos, marginada.

¿Alguna vez tus compañeros se burlaron de ti por llevar una pobre lonchera al colegio?

En el periodismo como en el amor, la rutina puede ser fatal. La pasión se acaba entre las parejas, y en el periodismo, la pasión como la curiosidad se extinguen. Son muchas las razones y también las excepciones, pero muchas veces no estamos a la altura de las demandas de nuestro país y de la sociedad.

No se me hace extraño comentar en Facebook que estoy de vacaciones, que me gusta la cerveza, que llevo semanas sin fumar o que mi nueva mascota se llama Frida y me tiene de cabeza. Tampoco me cuesta compartir noticias que me importan o quejarme del tráfico. Facebook es parte de mi vida, y quizás de la tuya también. Siempre tuve escaso pudor, poca vergüenza, dosis de descaro insospechado.

Internet ha parido opinólogos de diferente pelaje. Debo admitir que estoy en algún grupo, pero sobre todo soy periodista y trato de cuidar el rabo para que no me digan un día de estos que tengo ‘rabo de paja’, frase tan recurrente cuando no explotas al ritmo de la masa (o de la argolla).

@esthervargasc

@esthervargasc

Shirley Meléndez no tendrá una vida como la tuya, o como la mía. Ella quiere ser mamá, pero – si eso es posible – nunca podrá tocar el rostro de su niña o niño. Ella quiere correr y ya no puede. Ella quiere abrazar y no puede.

Desde el púlpito o desde la cabina de la radio, el cardenal Cipriani arremete con cada vez más frecuencia contra los derechos humanos de los peruanos. El odio, la intolerancia, la impunidad y el machismo tienen en este país un rostro que no necesariamente corresponde al desalmado agresor de Lady Guillén o al hombre que arrastró por los pasillos de un hotel a Arlette Contreras.

Esta semana, se presentó un informe sobre la violencia que sufren las lesbianas en el Perú. La cobertura mediática fue mínima. Y no sorprende: por lo general, los actos de violencia contra mujeres lesbianas llegan a los medios cuando están marcados por la brutalidad. Por ejemplo, Pilar Fachín fue noticia. Su hermano la agarró a machetazos por amar a una mujer. Casi siempre es así. Y Antonella fue noticia porque, en un hecho inédito en el país, denunció a su madre por violencia física y psicológica.

Con un corte en el rostro, provocado por el pico de una botella de cerveza, María camina por las calles de San Genaro, en Chorrillos. La siguen sus tres hijos, de 9 años, 8 y 4. Son una pequeña fila: triste, gris y aterrada.

El poder busca seducir a los periodistas, y a los periodistas, a algunos –no todos–, les gusta el poder. Es un juego peligroso. Y como peligroso, envolvente, apasionante, de pronóstico reservado.

¿Cuántas horas duermes? ¿Cuántas horas miras el celular? ¿Cuánto tiempo contemplas el mar sin escuchar el sonido del WhatsApp? ¿Cuántos segundos puedes pasar sin ver el Facebook? ¿Qué tan solo te sientes cuando todos tus amigos-contactos se desconectaron y solo quedas tú?

Lo ocurrido en Orlando ha llevado a muchas autoridades y ciudadanos del mundo a pronunciarse en contra de la homofobia. No son hechos aislados. Destroza vidas en diferentes partes del mundo, y el Perú no es la excepción; pero el presidente Ollanta Humala no solo ha mostrado indiferencia ante las demandas de los colectivos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales que lo apoyaron en 2011.

Si entras a YouTube y escribes ‘Suicidio Sheraton’ encuentras una serie de videos de ciudadanos que grabaron el instante preciso de la muerte de la adolescente colombiana. Detallan en el titular que ofrecen “otro ángulo” o añaden la palabra “impresionante”. Estos y otros clips circularon también en WhatsApp esta semana, como un viral más.

Esto se acaba; pero, en verdad, no termina. Si en 2011 conocimos el «poder» de las redes sociales para rompernos la paciencia, este 2016 nos mostró lo nauseabundo que puede ser un trol en campaña. Hay, al menos, tres especies en la red:

Hace algunos años, en las marchas de gays, lesbianas, trans y bisexuales solo los activistas iban con los rostros descubiertos, alzando las banderas simbólicas, gritando las arengas. Eran poquitos, pero con garra. Y a ellos les debemos todo lo que se ha avanzado hasta hoy. Ellos nos enseñaron que no debíamos quedarnos callados, que si ahora éramos pocos, mañana seríamos muchos, y llenaríamos plazas, y la prensa se ocuparía de la causa, y dejaría de enfocar solo las plumas y lentejuelas para buscar historias comunes y corrientes, como suelen ser las historias de la comunidad. Nada freak, nada raro, nada extraño. Solo dos personas, del mismo sexo, que se aman, que aspiran a un país más justo, que sueñan con un Perú donde la igualdad no sea una utopía. Solo un hombre que decide vivir como una mujer porque así se siente plena. Solo una mujer que decidió vivir como hombre porque así se siente realizado.

Cada noche la rutina es idéntica. Miras el WhatsApp o el Facebook. Quiero saber si mis hermanos, universitarios, llegaron bien a casa. Así es. Respiras hondo. Y cada vez que puedes les recuerdas que, si un delincuente les quiere quitar el celular, no opongan resistencia, que las cosas se recuperan, que no se hagan los valientes.

¿Keiko puede decir hoy que quiere gobernar para todos los peruanos? ¿Realmente, puede mirar a los ojos a las lesbianas, gays, trans y bisexuales (LGBT), y decirles «yo te represento»?

Como la mamá que saca tu foto sin pañal y la muestra a tus compañeros de promo (o la cuelga en Facebook), como cuando tu ex despechada cuenta parte de tu vida a amigos en común. Impertinencias. Kenji Fujimori ha sido impertinente esta semana, pero en las impertinencias puede haber verdad o deseos ocultos. El congresista más votado del Perú quiere ser presidente más allá del supuesto negado o del negado supuesto, y eso encendió las alarmas, incluso, en su partido.

En el no tan pequeño universo de las redes sociales del Perú, el odio es tendencia, así como la desinformación y la mentira, y la verdad a medias. En tiempos electorales, esto alcanza dimensiones asfixiantes.

Entre San Juan de Lurigancho y la realidad hay un muro que candidatos presidenciales, congresistas, opinólogos y periodistas, a menudo, no cruzan o que conocen a medias. En este distrito, al noroeste de Lima, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) registró en 2014 a 667,862 electores. La población supera el millón de personas.

Si bien el viernes fue el último día para el proselitismo político, lo cierto es que mientras lea esta columna, los medios a través de las redes sociales estarán transmitiendo en tiempo real las actividades de los presidenciales. Es la verdadera recta final, la que empieza con el desayuno electoral y termina luego de emitir el voto.

Dios no está en campaña, pero, a veces, parece que sí. Los sacerdotes tienen derecho a opinar cuando van por las calles o alguien les entrevista. Mis impuestos sirven para la manutención de los señores de sotana y nada cambiará al corto plazo. Recuerden a Humala. Te Deum tras Te Deum, juntos como hermanos. Que los curas usen el púlpito para hacer campaña o proselitismo político es lamentable, pero allá los que se dejan orientar, los que quieren creer. Están en su derecho. La libertad de creer no debe cuestionarse, como tampoco la libertad de elegir más allá de las creencias religiosas.

El rechazo que genera Keiko Fujimori seguirá creciendo. Y lo que viene difícilmente la favorece. En apariencia sí, estamos de acuerdo: sigue en carrera. Pero la polémica interpretación de la ley y todo lo que ha manchado este proceso puede tener el efecto de un «búmeran».

@esthervargasc

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