08.MAY Miércoles, 2024
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Opinión

“En pleno siglo XXI, y en un país que por lo menos en el papel es democrático y laico, resulta indignante que candidatos desfilen por la Iglesia católica y facciones de la Iglesia evangélica firmando compromisos.”

En pleno siglo XXI, y en un país que por lo menos en el papel es democrático y laico, resulta indignante que candidatos desfilen por la Iglesia católica y facciones de la Iglesia evangélica firmando compromisos que consisten en asumir todas sus reivindicaciones, pedidos y hasta caprichos, sin importar si en ellos se reflejan prejuicios, negación de derechos civiles, sexuales o reproductivos o directamente discurso de ocio. Todo vale con tal de conseguir el respaldo de los miles de feligreses que son instados, desde púlpitos a lo largo y ancho de país, a votar por el candidato que les asegure prebendas o convertir en políticas públicas dogmas de fe.

Ya en la segunda vuelta electoral, dicha situación sea hace más patente por la desesperación de captar los votos necesarios para consolidar la victoria.

Es así que, por ejemplo, Keiko Fujimori no dudó en acudir a un evento organizado por la Coordinadora Cívica Cristiana Pro Valores (CCCPV) para firmar un acuerdo, luego del cual salió a declarar que estaba rotundamente en contra de la unión civil, matrimonio igualitario, adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo y el aborto en casos de violación.

Por qué atender a reivindicaciones legítimas de miles de peruanos que buscan el reconocimiento de derechos ya ganados en prácticamente toda la región o atender al llamado de Amnistía Internacional Perú para comprometerse con una agenda que garantice la promoción y protección de los derechos sexuales y reproductivos si se puede capitalizar el negacionismo de derechos y discurso de odio de ciertos sectores.

Para muestra el discurso del pastor Alberto Santana, realizado en un evento de la CCCPV, en el que, entre otras perlas, dijo lo siguiente:

“¿Derechos? No se puede hablar de un derecho cuando se está hablando de una aberración sexual, de un vicio sexual. No hay derecho para la aberración sexual”.

“En la Constitución no se habla de derechos para una aberración sexual (…) Entonces si un homosexual va a tener derechos, entonces se va a legalizar el homosexualismo, se va a legalizar el sodomismo. Si se legaliza la homosexualidad, los jóvenes dirán: “mamá, yo también puedo ser homosexual, entonces”.

Que tanta ignorancia y maldad sea validada por una candidata con posibilidades de alcanzar la presidencia del país es realmente espeluznante.

¿Este es el tipos de país en el que queremos vivir?


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