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Opinión

La semana pasada se hicieron públicos los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2016 del INEI, entre los cuales resaltó que el 68% de las mujeres encuestadas señaló haber sido agredida por su pareja. Un dato así de alarmante y nefasto debería conseguir que todos cerremos filas y unamos esfuerzos para abordar el problema de la violencia contra la mujer. Sin embargo, la reacción que se observó en redes sociales –mayoritariamente de hombres– fue, al puro estilo de Agustín Laje, relativizar las cifras y negar que las mujeres como colectivo somos afectadas por la violencia de género.

Se aludía a denuncias falsas, a que porcentualmente los hombres mueren más que las mujeres al año, que muchas mujeres denuncian por despecho o ante simples discusiones y hasta que tal vez se están computando casos de masoquismo –sí, aunque no lo crean–. Quienes siguen negando esta problemática, pese a que la realidad nos estalla en la cara con un promedio de 10 feminicidios al mes, no son escépticos: son agresores.


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