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Opinión

El actor Casey Affleck se llevó la semana pasada el Oscar a Mejor Actor en la 89 ceremonia de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.

Dicho premio ha causado mucha polémica, no porque se considere inmerecido por la performance actoral de Affleck, sino porque este fue objeto de acusaciones por acoso sexual por parte de dos compañeras de rodaje en el año 2010. El caso no llegó a instancias mayores gracias a un millonario arreglo extrajudicial que culminó el proceso e implicó el silencio de las denunciantes.

Esta situación no desmerece la gran actuación de Casey en “Manchester by the Sea”, pero sí lo hace éticamente cuestionable. Ello debió ser tenido en cuenta por la Academia en la toma de decisión de la nominación y el premio, más aún cuando las víctimas son parte de la industria y no ostentan la posición de poder de su agresor. Premiar a figuras con este tipo de conductas desincentiva la denuncia de casos similares y normaliza relaciones laborales abusivas.


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