Las crecidas fluviales que ponen en peligro nuestras ciudades no se dan todos los años. De ahí que sea particularmente difícil el lograr que nuestros políticos ejecuten proyectos de reconstrucción que se enfoquen en el largo plazo, en lugar de realizar obras dirigidas a cosechar aplausos inmediatos.
En Piura, por ejemplo, no se trata de extraer arena del cauce y colocarla a un lado. Ni de levantar diques en el Bajo Piura para que no se inunde. Eso es exactamente lo que se hizo antes, y miren los resultados.
La semana pasada explicaba que, a la altura del centro de la ciudad de Piura, el nivel de excavación del cauce del río –en ancho y profundidad– fue insuficiente en los años anteriores. Pero, además, el material extraído fue en gran medida apostado en las riberas, formando una inmensa “pared” de arena de varios metros de alto y largo.
En los días previos a la inundación de la ciudad, este material fue erosionado y volcado al cauce. Esto, según los expertos, aportó alrededor de 600,000 m3 de arena al cauce, sin los cuales el río muy probablemente no se hubiera desbordado en esa zona.
En el Bajo Piura, por otro lado, las labores de prevención tradicionales solo han incluido levantar diques. De hecho, los pobladores vienen reclamando solo su reconstrucción. Pero lo que no se ha previsto aún es dragar el cauce para incrementar su capacidad, ni menos aún soluciones para que el agua del río Piura vaya al mar, en lugar de a la laguna de Ñapique. Sin este tipo de medidas, el Bajo Piura no tendrá soluciones duraderas.
Necesitamos diseñar ciudades sostenibles. Reconstruyamos sin pensar en las portadas.
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