Distintos académicos e intelectuales señalan la precariedad institucional como el gran problema de los países subdesarrollados. Desde el Nobel Douglas North hasta los recientemente afamados Acemoglu y Robinson (quien estuvo por Lima hace un par de años), es casi unánime la opinión a favor de instituciones robustas para garantizar no solo el crecimiento económico, sino un desarrollo político y social adecuado. De ahí la recurrente demanda por hacer reformas institucionales que nos permitan transitar de una sociedad excluyente, clasista y mercantilista a una inclusiva, horizontal y competitiva.
¿Pero a qué demonios se refieren cuando hablan de “reformas institucionales”? Suena muy técnico e importante, pero específicamente, ¿a qué se refieren? En simple, a cambiar las reglas de juego en los aspectos cruciales que determinan el sistema de incentivos por el que actuamos. Por ejemplo, un sistema judicial accesible, honesto, predecible; léase, donde los jueces no se vendan por una cerveza. O que los organismos regulatorios sean independientes; o que la propiedad privada y el imperio de la ley se respeten.
Para ello, se necesita que los partidos políticos lleguen a un acuerdo. Sin un acuerdo amplio de la clase política es im-po-si-ble hacer dichas reformas. No es una opinión, es la conclusión de los expertos con base en distintas evidencias a lo largo de la historia.
Pero para hacer un acuerdo amplio, la clase política debe estar en capacidad de conversar, de llevar ideas de un lado a otro, de intercambiar apoyos en unas cosas a favor de otras, y así.
¿Cómo se lograrán dichas conversaciones si los partidos políticos viven en un eterno enfrentamiento entre ellos? ¿Cómo lograrán intercambiar ideas y apoyos si los medios promueven dicho enfrentamiento? ¿Qué clase de incentivos tienen los partidos políticos para sentarse en una mesa si para los analistas y opinólogos el opositor es un corrupto impresentable?
Tal vez antes de pedirles a los partidos políticos apertura y madurez seamos nosotros, los espectadores, a fin de cuentas, quienes debemos madurar y aportar a dicha causa.
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