22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

“El dilema que enfrenta a diario el mandatario: tender un puente al fujimorismo significa enemistarse con todo ese sector antifujimorista que lo apoya”.

Frente a lo que muchos analistas pronosticábamos (que un diálogo entre el oficialismo y el fujimorismo o no se produciría o serviría de poco), ayer la Sra. Keiko Fujimori, presidenta de Fuerza Popular, formuló un pedido de diálogo al presidente Pedro P. Kuczynski. La solicitud enmarca dos temas a tratar, la reconstrucción y la lucha contra la corrupción, temas que –como sabemos– se encuentran al tope de las preocupaciones ciudadanas (junto a la inseguridad y sensación de parálisis económica).
Cierto, dicha iniciativa se esperaba del gobierno, no de la oposición. Todo apunta, para aquellos que disfrutan de las teorías conspirativas, a que no fue una solicitud “acordada”: ayer por la mañana, pocas horas antes de hacerse pública la solicitud, el mandatario se quejaba públicamente de los “escandaletes de quinta” que, en su opinión, distraen a los peruanos. ¿A qué se refería?

El gobierno nunca tuvo iniciativa política, eso lo sabemos, y el pedido de diálogo planteado ayer nos refuerza dicha percepción. ¿Por qué esta iniciativa no nació en Palacio? En simple, por el dilema que enfrenta a diario el mandatario: tender un puente al fujimorismo significa enemistarse con todo ese sector antifujimorista que lo apoya, y el presidente sabe lo que algún tipo de acuerdo con el fujimorismo engendraría: marchas, columnas atrabiliarias, quejas de los notables y así. Ante ello, más cómodo es el statu quo, y si bien la confrontación con el fujimorismo impide al gobierno desarrollar un activo plan de reformas y acciones, para eso también sirve ese amplio y nutrido sector antifujimorista (crea narrativas de defensa, las distribuye local e internacionalmente, moviliza a miles contra el enemigo común, etcétera). De hecho, ya salió este grupo por redes y medios a criticar y poner zancadillas a la potencial cita.

El gobierno ha aceptado el pedido; hasta ahí, vamos bien. Pero queda lo importante: ¿con quién caminará en el futuro el gobierno? Porque, si algo queda claro, es que el presidente debe escoger entre estas dos fuerzas.


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