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Opinión

Kenji Fujimori –el congresista más votado en la última elección con 326,037 adherentes– ha salido con fuerza inusitada a la palestra política, apoyándose en el interesado entusiasmo de algunos medios periodísticos. El hijo del ex presidente Fujimori tiene un ‘monopropósito’ manifiesto: sacar a su padre de la cárcel. Para sus pares, peca de ingenuidad en creer que siendo obsequioso con el gobierno y con los medios que alucinan hasta el extremo a Alberto Fujimori, convencerá y logrará que salga de prisión.

El menor de los Fujimori pasó –según reveló– por la terrible experiencia del ‘bullying’, hecho que lo marcó. Ciertamente, sus hermanos no han sido ajenos a ello. La lideresa de Fuerza Popular (FP) recibe epítetos variados cada día.

Kenji Fujimori tiene asesores que buscan presentarlo con dotes de estadista (¿candidato presidencial?) y, junto con los medios interesados, volverlo antagónico a su hermana, ambicionando que no le haga más sombra. Estos consejeros, rezagados en FP, comulgan con el congresista Fujimori en su animadversión hacia el núcleo duro del partido naranja, léase Ana Vega y Pier Figari.

Los errores de Keiko son aprovechados por Kenji y equipo, sobre todo en temas sujetos al criterio de conciencia. Ostentan una postura más liberal y acorde a los tiempos, como en la defensa de los derechos homosexuales. Pero la estrategia del menor de los Fujimori es adversa a los intereses del partido y busca retar permanentemente la disciplina. Si Fuerza Popular mira con reprobación la gestión del ministro del Interior, Kenji Fujimori sale en foto con su titular. También tiene retratos con la esposa del presidente, siempre con el eslogan gubernamental: Perú, una sola fuerza.

Estamos ante una abierta guerra fratricida. Ya, durante las elecciones, Kenji Fujimori no acudió a votar por su hermana y recientemente apoyó a una disidente congresista incómoda con la disciplina partidaria de Fuerza Popular, atribuyéndole métodos ‘montesinistas’ por un anónimo donde la insultan por su renuncia. El congresista Fujimori pidió de manera frontal una reestructuración del partido y adjudicó a la actual dirigencia la responsabilidad de dos derrotas. Saltó José Chlimper, ex candidato a la vicepresidencia, enrostrándole si lo hubiese hecho mejor que su hermana y conminándolo a que sume y no reste.

Kenji Fujimori ha levantado su imagen, pero también está siendo tonto útil del deseo del gobierno de dividir, exterminar y derrotar a la potente bancada fujimorista. Este ha negado tal propósito –no le serviría para mucho–, pero construye su protagonismo en contra de su partido. La política se hace con votos. ¿Los 326,037 votos de Kenji Fujimori superarán los 8’539,036 obtenidos por su hermana? La saga no termina aquí y no parece tener un final mínimamente feliz.


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