22.NOV Viernes, 2024
Lima
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Opinión

Perú, Lima sobre todo, gusta del chisme y del rumor. Costumbre que viene desde la Colonia, relatada con arte y gracia por Ricardo Palma. No tenemos grafía del mundo prehispánico, pero sabemos que existían los ‘tukuy rikuy’, los ojos y oídos del inca. Hace unos días se escucha con insistencia desde muchos sectores sociales que el vicepresidente Martín Vizcarra sería nombrado embajador en Canadá. El actual plenipotenciario allá sería asignado a la Organización de Aviación Civil (OACI) con sede en Montreal.

El presidente es quien dirige la política exterior, según nuestra Constitución. Por eso delega a personas ajenas al mundo diplomático –a veces con tino, otras con desatino–, como hemos visto en sucesivos regímenes. Nombrar a un vicepresidente de embajador resulta, si la memoria no falla, bastante atípico en nuestra historia republicana. Sobre todo porque ese cargo existe en nuestro país precisamente para reemplazar al presidente en lo que sea menester.

Dicen que la razón sería que Vizcarra no tiene cargo público remunerado como vicepresidente y, al renunciar al Ministerio de Transportes, se quedó solo con el puesto honorífico. Pero se ha nombrado ministra a una persona que era viceministra y que tiene una denuncia penal hecha por Contraloría debido al controversial caso Chinchero. La denuncia se ha minimizado porque el ex contralor era una persona de poca solvencia moral. La razón fundamental de ello es que compró en cinco años ocho carros para él y su esposa. El actual contralor tiene un proceso judicial por resolver, pero nadie se inmuta.

El Ejecutivo está perdiendo el paso en gobernar. El contrato de Chinchero, defendido y negociado por la recién designada ministra, fue un grave error y el gobierno terminó anulándolo. Martín Vizcarra se inmoló también por la misma mala causa. De ser nombrado en el exterior, como insiste el rumor limeño, las palabras del presidente serían letra muerta. Este dijo que su vicepresidente lo ayudaría a capear los conflictos sociales y que aportaría en la reconstrucción.

El Ministerio de Educación se equivocó al adjudicar a Simón Bolívar las palabras pronunciadas por el generalísimo Don José de San Martín, la rectificación fue también equivocada. Sumemos a ello otra tropelía: el logo de Gobierno del Perú con el escudo patrio descafeinado o minimalista. Alguien muy ignorante en el régimen se sintió que refundaba la República y tuvo el ‘tupe’ de escribir: “esta es la primera versión de una nueva manera de acercarnos a ti”. La historia, que es resumen de muchas experiencias y vivencias, le vale un cuerno al ‘innovador’. Valdría la pena aclarar todos estos desaciertos. Hay, asimismo, una larga huelga médica ignorada por el Ejecutivo, pero Salud denuncia penalmente a los médicos por una supuesta negligencia; para los maestros huelguistas no hay sanciones.


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