23.NOV Sábado, 2024
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Opinión

Pocas cosas más deprimentes en el Perú que ir a marcar por un símbolo, esperar un periodo y regresar a la misma acción a sabiendas de que, entre acto y acto, nada justifica el ritual.

Juan José Garrido,La opinión del director
“Me sentía libre y encadenado a un tiempo: como te sientes justo antes de las elecciones, cuando han nombrado candidatos a todos los granujas y te instan a votar al hombre idóneo”.
Henry Miller (Trópico de Cáncer)

Pocas cosas más deprimentes en el Perú que ir a marcar por un símbolo, esperar un periodo y regresar a la misma acción a sabiendas de que, entre acto y acto, nada justifica el ritual. Estamos decepcionados con la política; es una realidad que se evidencia en cada estudio y sondeo que realizamos. Pero también es cierto que, como sociedad, poco hacemos para cambiar la misma.

Nada es más relevante para el desarrollo que el manejo de la cosa pública; es una verdad de Perogrullo, lo sé. Y, sin embargo, nos sentimos distantes de ella, renegamos de ella y, en el colmo del cinismo, nos sentimos moralmente incapacitados de ser parte de ella.

“Un hombre honrado no quiere ensuciarse las manos con la política y nada le motiva para aceptar un cargo político”, decía John dos Passos en Manhattan Transfer; y, aunque suena correcto, dejamos de lado una verdad no menos importante: nosotros dejamos la cancha libre para que aquellos que deciden remangarse las mangas decidan qué hacer con aquel mandato.

Porque alguien va a terminar gobernando, para bien o para mal. Nuestra tarea no puede ser solo criticar y renegar sobre ellos (que no son sino una muestra estadística de nosotros) y sus decisiones. La pregunta de Zavalita en La Catedral se puede responder mirando a la clase política, pero en el fondo no estamos sino mirándonos en un espejo.

Hoy elegimos a autoridades ediles y a gobernantes, locales y regionales. Nuestro voto debería ser más que un acto reflejo; conlleva, en el acto mismo, los resultados de una gestión que –sea buena o mala– refleja nuestros pensamientos y nuestras aspiraciones.

Si deseamos exigir, debemos partir por actuar reflexivamente. Un voto es un encargo, es una señal de qué somos, qué sociedad queremos y cómo quisiéramos llegar allí. Actuemos con consecuencia.


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