Los nombres de alejados distritos y centros poblados del departamento de Ayacucho empezaron a ser conocidos durante los años 80 del siglo pasado cuando la prensa daba cuenta de terribles masacres de campesinos.
Fuera por los senderistas o por el Ejército, son un ejemplo los casos de Chungui, Accomarca, San José de Secce, Lucanamarca, etc. Así, en diciembre de 1984, en la localidad de Putis, distrito de Santillana en la provincia de Huanta, se produjo el asesinato de 123 campesinos, hombres y mujeres, incluidos 14 niños. Los responsables fueron oficiales y soldados de la base militar que un mes antes se había instalado en el lugar.
Con engaños se convenció a los campesinos, que habían fugado a los ‘cerros’ por miedo a que se les involucre en el enfrentamiento armado, para que retornen y habiten en la parte baja del lugar, protegidos por la presencia de la base militar (aunque los militares desconfiaban de ellos).
A primera hora del fatídico día se les dio la orden (“faena comunal”) de excavar una gran poza supuestamente para construir una futura piscigranja donde se criarían truchas.
Dos ocultos testigos presenciaron la matanza y posterior entierro en la poza que las víctimas habían cavado. A las mujeres jóvenes también se les asesinó después de haber sido violadas. Nadie se atrevió a denunciar esta masacre hasta que en el año 1998 (14 años después) un grupo de campesinos descubrió la fosa común y denunció temerosamente el terrible hecho.
La Fiscalía comenzó las investigaciones y en el año 2001 la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) recibió el testimonio de los testigos y hasta de un soldado que había participado en la matanza.
Un grupo de pobladores de la comunidad de Putis ha llegado a la capital para exigir que se haga justicia (no hay ningún detenido, 30 años después). Y piden ayuda.
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