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Opinión

“Se tronó”, me dice acerca de una prima que dio a luz. “Le pregunté qué le regalaba al recién nacido, me respondió que una cuchilla suiza”, afirma incrédulo. “En el curso de Psicología nos dijeron que las mujeres se loqueaban luego de dar a luz”, remata.

En esta época de temores acerca del futuro personal y colectivo, precauciones obsesivas con la salud y la seguridad, podría ser ofensivo. No me lo parece. Mujer sabia esa prima. Porque, la verdad, me parece un presente propiciatorio, una bendición instrumental, un buen augurio.

En primer lugar, es una metáfora de la mente humana. Una serie de pequeñas herramientas con propósitos claros, adaptados a ciertas tares bien definidas, algunas más bien gruesas, otras muy precisas. Pero, es lo maravilloso, que cada uno puede utilizar a su manera, encontrando, muchas veces, usos impensables y potentes para lograr resultados que van del arte a la supervivencia.

En segundo lugar, como regalo, es una muestra de optimismo y confianza. Un conjunto de recursos con mucho potencial para resolver problemas, para divertirse y aprender. Pero también con peligros y riesgos. No podrá ser usado de inmediato, pero estará ahí para ser descubierto en el momento apropiado. Requerirá, durante un tiempo, supervisión y un mentor al cual mirar e imitar, al que se debe escuchar y admirar.

Confiere poder y también responsabilidad, respeto a normas y creatividad. Refuerza el vínculo entre mayores y menores; traslada, de manera controlada, fuerza de una generación a otra; y, finalmente, entrena en la difícil tarea de distinguir los matices del bien y el mal. Metáfora de la mente y también del desarrollo humano.

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