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Opinión

“No es lo mismo destacar a los actores que están en la vitrina que reconocer a los que operan detrás del escenario”.

En el país se hacen dos encuestas sobre el poder. La más antigua es la que se publica actualmente en Semana Económica y que fue iniciada hace más de tres décadas por Apoyo. La segunda es nueva, la realiza Datum desde el año 2013. Ambas hacen preguntas semejantes (“¿quién tiene más poder o influencia en…?”) pero difieren en el método de investigación. La primera entrevista a un selecto grupo de líderes de opinión y personas destacadas en diversos campos de la vida nacional. La segunda, en cambio, hace la pregunta a la gente de la calle.

Se podría esperar que los resultados de ambos estudios sean distintos pero no es así. Existe una correlación entre lo que ve la élite y lo que observan todos los peruanos. Este año, PPK es considerado la persona más poderosa en ambas, seguido de Keiko Fujimori. Lo mismo entre los empresarios: Dionisio Romero va primero en las dos, Carlos Rodríguez Pastor lo sigue entre los conocedores y Gastón, en cambio, es el segundo para la gente. Cuando se pregunta por los personajes que más influyen en el presidente: Zavala, Aráoz y Vizcarra son unánimes. Finalmente, Mario Vargas Llosa reina entre los intelectuales y eso viene de muchos años atrás. Así las coincidencias continúan al preguntar por los políticos, los medios de comunicación, etc.

Muchos periodistas suelen tratar los resultados de estas encuestas de forma equivocada. Creen que el ránking da cuenta de quiénes son efectivamente los más poderosos cuando deberían considerar que se trata de los personajes considerados más poderosos. El matiz reporta una gran diferencia. No es lo mismo destacar a los actores que están en la vitrina que reconocer a los que operan detrás del escenario. Para Semana Económica los encuestados consideran que el narcotráfico, la minería ilegal y el crimen organizado son grupos con capacidad de influir en la política del país, tal vez mucho más que varios actores temporales del escenario nacional. Obviamente se trata de grupos con liderazgos invisibles.

Esto sugiere, en términos generales, que para unos y otros el protagonismo mediático es fundamental para ser reconocido como alguien influyente. No es casual que Roque Benavides, por ejemplo, haya descendido algunos puestos en las dos encuestas después de un año en el que la minería descansó de los grandes conflictos sociales y él dosificó sus apariciones públicas. El verdadero poder no se juega en la pantalla ni en los titulares periodísticos sino en la capacidad de influir –con bulla o en silencio– en la dinámica de nuestra sociedad. Sobre eso todavía sabemos muy poco. Siguen pendientes los estudios que trasciendan los clichés y analicen las verdaderas dinámicas del poder/hacer en el Perú.


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