18.ABR Jueves, 2024
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Opinión

Mientras subsista esa polarización, Fuerza Popular pierde. Más aún en una coyuntura como esta.

La principal fuerza política del país va a la cita del martes atolondrada. Los fujimoristas no se pueden poner de acuerdo acerca del modo en que deben manejar el indulto del patriarca. La tensión entre los herederos está pasando a un nivel superior con el proceso que Kenji seguirá frente al tribunal de la “banKada”. A Fuerza Popular le debe estar costando encontrar aliados para las próximas elecciones regionales que no se parezcan a Joaquín Ramírez. Por último, no saben cómo deben manejar provechosamente su liderazgo opositor. Pero ninguno de estos asuntos es estratégicamente tan amenazante como la vitalidad del antifujimorismo.

Keiko ya perdió dos veces contra unos pésimos candidatos. Tanto Humala como Kuczynski obtuvieron el triunfo electoral gracias a esos puntos decisivos que aporta la movilización contra el legado de Fujimori y Montesinos. Mientras subsista esta polarización, Fuerza Popular pierde. Más aún en una coyuntura como ésta en la que el pueblo le puede achacar, finalmente, la parálisis del Perú. Las encuestas ya muestran que una mayoría de ciudadanos considera que el enfrentamiento entre los poderes del Estado está afectando no sólo la gestión del Gobierno sino al país mismo.

Es verdad que en este empate no sólo está perdiendo Fuerza Popular y la imagen de su lideresa. Como bien apuntan esos mismos estudios de opinión, todos pierden. No existe líder político –oficialista o de oposición- que tenga más aprobación que desaprobación. A todos se les evalúa muy mal por su desempeño. Sin embargo, también es verdad que PPK y su equipo tienen plazo fijo. Nadie espera que alguno de sus representantes vaya a la reelección ni que propongan listas a las próximas elecciones regionales o al parlamento el 2021. No es el caso de Fuerza Popular, un proyecto que pretende intervenir en la política en el largo plazo.

Para convertirse en una opción potable y mayoritaria, el fujimorismo necesita transformarse sustancialmente. Quienes mejor parecen comprenderlo son los asesores de Kenji, quien viene sosteniendo posturas menos conservadoras y de forma más consistente que su hermana, además expresa una actitud dialogal con el oficialismo que los voceros fujimoristas no pueden, ni quieren, asumir. Ellos justifican su beligerancia diciendo que reaccionan ante la malicia de los ppkausas y sus infiltrados “caviares”, pero la gente, que percibe un gobierno carente de liderazgo, tiende a ver exactamente lo contrario.

El fujimorismo no sabe cómo derrotar al antifujimorismo. Lo que sí sabe es incrementarlo. Ante la ausencia de estrategia, quedan los gestos tácticos. Y sus voceros son muy buenos con la declaración destemplada y polarizante. Y sus seguidores van orgullosos por las redes sociales descalificando toda crítica como pro-terruca. Van mal hacia el martes, la revancha se los come.


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