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Opinión

“La inseguridad no es una responsabilidad exclusiva del Ministerio del Interior”.

En el último informe de GfK (febrero de 2017), el ítem delincuencia/inseguridad (61%) sigue a la cabeza de la lista de aquello que los peruanos perciben como principales problemas del país. Le sigue el porcentaje de los que consideran que lo principal es la corrupción, con un porcentaje que ha crecido de 41% a 52% en un año. Las denuncias que vinculan a Odebrecht con altos funcionarios, incluidos ex presidentes de la República, deben de haber catapultado este ascenso.

No obstante ese crecimiento, no es conveniente soslayar cuál sigue siendo el “problema principal” para los peruanos. Vale la pena mencionarlo, ahora que la popularidad presidencial baja bruscamente, mientras que un ligero aire de vacancia flota en el ambiente y algunos columnistas estimulan a PPK a asumir con fuerza la bandera de la anticorrupción –cosa que está bien, pero es insuficiente–.

La “delincuencia/inseguridad” tiene tres componentes centrales: la delincuencia pura y dura; la sensación (y la realidad) de inseguridad que reina, sobre todo, en las grandes ciudades (en Lima, 74% lo consideran el problema principal y en el norte, 68%); y, por último, el impacto mediático que generan los actos de delincuencia y los que crean inseguridad.

Porque es un grave error reducir la percepción de inseguridad a la delincuencia. El comportamiento de cierta policía con los ciudadanos, el caos vehicular y los accidentes de tránsito, el desastre del transporte colectivo, la falta de consideración por los espacios públicos también generan inseguridad. Dicho de otra manera, la inseguridad no es una responsabilidad exclusiva del Ministerio del Interior, sino también de otras esferas de gobierno, como el Ministerio de Transportes y las municipalidades.

Si hay oídos para lo que expresa la gente, PPK debería, con urgencia, ponerles atención a los señalados como los dos más graves problemas del país, la delincuencia/inseguridad y la corrupción; esto, sin olvidar el tercero: la falta de trabajo (digno, ciertamente).


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