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Opinión

Pasado mañana, Dilma será suspendida por el Senado y el jueves ella tendrá que bajar la rampa del Palacio del Planalto. La salida de Dilma va a simbolizar el fin de la era PT. Los 13 años de gobierno del PT terminan en medio de una grave crisis económica, política y moral.

El PT va a seguir oponiéndose al impeachment y va a dedicarse a conspirar en contra del gobierno de Michel Temer. Los líderes del PT, incluido el propio Lula, todavía no entienden lo que está pasando y persisten en acciones que funcionaron en el pasado pero que hoy solo sirven para desprestigiarlos aún más.

La situación del PT aún va a empeorar. Sus líderes están delante de un aluvión de denuncias, acusaciones y órdenes de prisión imparables. Y aún faltan las denuncias que ya fueron recibidas y que serán procesadas en los próximos meses.

Sin embargo, el fin de la era PT no es la muerte del PT. La creencia generalizada de que la Bolsa Familia ha sido el factor principal para que 40 millones de personas salieran de la pobreza constituye un capital político valioso. Además, el discurso político del PT recién ha comenzado a ser criticado, y la influencia del populismo estatista es muy grande en Brasil.

Lo realmente nuevo es que el movimiento social que tomó las calles y lideró la lucha por el impeachment es liberal. Algo así no ocurría en Brasil desde la Revolución de 1930, cuando Getúlio Vargas tomó el poder. El fracaso del PT y el liderazgo de ese nuevo movimiento social traerán transformaciones en la política brasileña.


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