18.MAY Sábado, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Si entras a YouTube y escribes ‘Suicidio Sheraton’ encuentras una serie de videos de ciudadanos que grabaron el instante preciso de la muerte de la adolescente colombiana. Detallan en el titular que ofrecen “otro ángulo” o añaden la palabra “impresionante”. Estos y otros clips circularon también en WhatsApp esta semana, como un viral más.

La responsabilidad de los medios en la cobertura de estos casos merece una reflexión, pero también la actitud de los ciudadanos. Algunos de los que estaban cerca del hotel le gritaban a la chica “¡Salta, salta!”, mientras aquellos que filmaban con sus teléfonos comentaban la escena y parecían impacientes, a la espera del momento fatal. Algo muy malo está pasando en nuestras sociedades para que la muerte sea un espectáculo que se aplauda, se aliente y se viralice.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos una persona se quita la vida en el mundo. En el Perú, un millón 700 mil personas afronta depresión. La data del Estado es concreta y preocupante: de cada 20 peruanos con un episodio de depresión, uno intenta suicidarse; y de cada 20 intentos de suicidio, uno llega a realizarse.

La agencia Andina ofrece una cifra para alarmarse: unos 6 millones de peruanos necesitan actualmente la atención de servicios especializados para recuperar su salud mental. Depresión, ansiedad, esquizofrenia, trastorno bipolar, problemas de conducta o necesidad de control de impulsos. A pesar de esta situación –que es pública–, el Estado ha hecho poco por la salud mental de los peruanos, y los candidatos presidenciales han ignorado el tema.

Los que afrontan depresión y han pensado en el suicidio saben bien que los seguros médicos los ignoran, que sobrellevar la enfermedad es costoso, que en sus trabajos deben fingir felicidad para no ser ‘estigmatizados’, que en esta sociedad de apariencias decir “tengo depresión” es una mala idea. Estas personas saben que en Facebook hay que parecer feliz y que estar triste es como parecer fracasado en el paraíso virtual del éxito. El suicidio parte a las familias y también a los que son testigos de un hecho así. Perú21 no transmitió el video “exclusivo”, pero otros medios sí. Lo hicieron con una insensibilidad que nos hace preguntarnos en dónde queda la responsabilidad de los editores de contenidos. Le preguntaría a ese editor: “¿Y si fuera tu hija?”.

El Centro Dart para el Periodismo y Trauma recuerda a los periodistas que su cobertura puede impactar en los familiares y amigos del fallecido, y en la audiencia en general. No se trata de no informar. Como periodistas, tenemos la responsabilidad de reflexionar y no buscar la viralidad de un video que no aporta más que morbo, como bien lo discutimos en el comité editorial y como reflexionó ayer Juan Mendoza.

Seguir haciendo este periodismo es morir un poco. Y a veces no nos damos cuenta.


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