La semana pasada se confirmó la pretensión del municipio de Lima de construir un nuevo by-pass en la intersección de las avenidas Arequipa y Aramburú. El ingeniero David Fairlie, de Cruzada Vial, presentó nuevamente –pues lo había publicado hace seis meses– un video que muestra otra solución –más simple y más barata– para resolver el problema de congestión en esa zona. Bastaría con colocar nuevos semáforos que controlen los flujos y corregir los giros vehiculares. La solución, definitivamente, no es un by-pass.
Fairlie nos explica que los estudios de alternativas deben mostrar diferentes soluciones para resolver un problema vial y que –siempre– debe optarse por aquella que sea más eficiente y menos intrusiva, que usualmente es la menos cara. Los vecinos y alcaldes de Miraflores y San Isidro también manifestaron su rechazo a la obra. Desde Miraflores proponen, además, una mesa de diálogo con el municipio de Lima. Hasta donde sé, la comuna miraflorina no ha recibido respuesta.
Quizá el alcalde de Lima se encuentra demasiado ocupado lidiando con los problemas que ha traído la inauguración del puente Bella Unión, como la respuesta que deben emitir ante el informe que la Defensoría del Pueblo les ha hecho llegar luego de su inspección a la zona. La foto del muro amarillo, atravesando el crucero peatonal e impidiendo el desplazamiento de las personas que caminan, resume en una imagen contundente el desprecio que hay hacia el peatón. No importa que casi el 25% de viajes diarios en Lima y Callao sean peatonales –aproximadamente 10 puntos porcentuales por encima de los viajes que se hacen en auto– (JICA). Siempre me he preguntado qué hace que el peatón sea tan menospreciado. ¿Será que, al no moverse en un vehículo, es como si no existiera? ¿Será que no paga peajes? ¿Será que se asocia ser peatón con ser pobre –y los pobres nunca importan mucho–? Nunca me termino de explicar por qué una actividad que realizamos prácticamente todas las personas es tan invisible. Es casi como negar que comemos o que respiramos.
Aunque humilde y silenciosa, el viernes en la tarde se hizo sentir el poder de los caminantes. Se caminó por las calles del Centro de Lima para exigir que la ciudad en la que vivimos sea una ciudad humana. La Marcha por el Derecho a la Ciudad vuelve a mostrarnos cómo ha cambiado la actitud de los ciudadanos hacia su ciudad y, sobre todo, respecto de su gestión. Nos muestra cómo la agenda pública empieza a entender estos temas y cómo los reportajes de la televisión dan cuenta de la tragicómica situación de los peatones en la ciudad. La revolución peatonal ha llegado.
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