Como parte de una campaña de salud, se revisó la dentadura de 1,200 niños en la zona de influencia de una empresa minera. Resultado: ¡solo 4 estaban libres de caries! Eso explica las sonrisas desdentadas de lindas niñas quinceañeras unos años después, y también la gran cantidad de consultorios que ofrecen “una dentadura perfecta” en diversos puntos de la ciudad, especialmente en los que más migrantes reciben. Proteger un diente contra las caries cuesta un sol. Pero, aparentemente, no hay presupuesto para hacerlo.
En el otro extremo del mundo, se dice que “el Internet” de las cosas permitirá que el cepillo de dientes detecte las caries y envíe un llamado al dentista, programando una cita. ¿Cómo conviven el siglo XXI y la Edad Media?
En esta revolución llamada “el Internet” de las cosas, se piensa ya en inodoros que analicen los niveles de azúcar o grasas y que, a partir de allí, elaboren la dieta más adecuada para la persona.
¿Mientras ello esté ocurriendo, tendremos todavía a la mitad de los niños en el Perú sufriendo anemia? Nuevamente, la Edad Media en el siglo XXI.
Con una mezcla de entusiasmo y temor, escuchamos sobre computadoras con memoria casi infinita, capaces de aprender y de responder al lenguaje humano, captando incluso humor o ironía. En contraste, nuestros niños continúan rezagados en habilidades de comunicación y matemáticas elementales. Y mientras persistamos en métodos de aprendizaje que ignoran las diferencias entre cada niño y premian la estandarización, no es de esperar que haya cambios sustanciales en corto plazo.
La tecnología ya disponible puede cerrar las brechas, dando al niño la oportunidad de aprender a su propio ritmo, encaminándolo hacia aquellos temas que más le interesan y a los que más atención pondrá. Ir de la Edad Media al siglo XXI podría ser un viaje más corto de lo que se cree.
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