Una parte de Lima superó ya la ¿molestia? ocasionada por las lluvias y huaicos: digamos que las aguas regresaron a sus estantes, el cebiche se vuelve a preparar con limón y hasta las mañanas son menos calurosas.
Muy cerca, hacia el este, la situación es distinta: los huaicos y la crecida de los ríos siguen causando daños, impiden retomar las actividades cotidianas y mantienen a las personas con miedo a lo que vendrá.
Porque, cuando llueve, no todos se mojan igual.
Las imágenes del efecto de las lluvias y el desborde de los ríos son suficientemente elocuentes: hay quienes han perdido todas sus propiedades; hay quienes han perdido a algún miembro de su familia. Y suelen ser los más pobres los que son más duramente golpeados: viviendas precarias cerca de las riberas; vehículos no asegurados; sembríos destruidos financiados con deudas…
Hoy, y mientras la prensa continúe mostrando imágenes dramáticas, hay muchos brindando ayuda y es un orgullo ver a los ministros involucrados personalmente en las tareas de rescate.
Lamentablemente, una vez finalizadas las lluvias, los problemas continuarán y será necesaria una ayuda distinta, que permita a los afectados reconstruir y recuperar su fuente de ingresos y patrimonio.
En ese momento, cuando cámaras y reporteros regresen a la farándula política es cuando se verá si nos hemos unido de verdad porque el Perú merece más que corrupción, pleitos y estancamiento.
Si utilizar la palabra “Fuerza” en su lema frente a la tragedia fue un buen gesto del gobierno, tal vez solo Kenji lo entendió y devolvió la cortesía yendo a Palacio a entregar su donación.
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